El pasado jueves, el Atlético de Madrid vivió en Bilbao una de las noches más negras de su historia reciente. La eliminación en las semifinales de Copa del Rey contra el Athletic Club sigue coleando en el seno de la hinchada rojiblanca. Y es que, por primera vez en la era Simeone, el Atleti no compitió en las rondas finales de una competición. El partido más importante de la temporada hasta la fecha se tradujo en un severo correctivo de los bilbaínos. Los colchoneros ni siquiera fueron capaces de anotar un solo tanto en los 180 minutos de la eliminatoria.
El duelo en San Mamés desnudó todas las carencias de un equipo que lleva años dando síntomas de debilidad. La fragilidad fuera de casa, la vulnerabilidad defensiva, los errores individuales y la diferencia física ofrecían pocos motivos para el optimismo. Pero el aficionado atlético, que es único por naturaleza, creía. Por alguna extraña razón, sentía que los nervios del momento y la mínima ventaja de la que disponía el Athletic podían jugar en contra de los locales. Pero nada de eso sucedió.
El Atleti duró lo que terminó de cometer el primer error de bulto. De nada sirvió que el equipo saliera bien plantado los primeros diez minutos. De nada sirvió que diera la sensación de llegar con facilidad a tres cuartos y encontrar espacios. Con el 1-0, los de azul y blanco se diluyeron. Ni una sola vez fueron capaces de explotar las debilidades de la defensa vizcaína. Ni una sola vez fueron capaces de concretar las situaciones prometedoras que se presentaban.
El déficit de competitividad del jueves nos dio un golpe de bruces contra la cruda realidad. Solo los buenos resultados en casa han enmascarado una temporada que, de nuevo, parece abocada a salvar el «objetivo del club»: quedar entre los cuatro primeros. Quizás la historia sea distinta con el Inter, pero con estos bueyes no podemos arar demasiado. Se volverá a hablar de renovación de la plantilla. Sonarán nombres suculentos. Sin embargo, la realidad será otra vez la misma.
Desde arriba, seguirán apostando por lo mínimo. Los fichajes serán a coste cero o como consecuencia de ventas importantes. Las renovaciones serán a la baja y de forma automática, incluso con aquellos que ya no están a la altura. Y por supuesto, no obedecerán a ninguna lógica deportiva. Luego, cuando no nos juguemos nada, volveremos a repetir esa sensación de que se está gestando algo importante. Pero un club que se niega a cubrir sus carencias está condenado a mantenerlas. Así es imposible.
4 marzo, 2024
«El objetivo del club» no parecería muy lejano del que tiene el entrenador, que en bastantes ocasiones ha repetido que él es un hombre de club. Y es que, casi siempre, la lectura de esta web da a entender que son dos cosas distintas, incluso antagónicas. Directiva y entrenador vienen de la mano desde hace una década larga, y si no comparten objetivos comunes, y si la planificación no obedece nunca a ninguna lógica deportiva, y si los refuerzos veraniegos e invernales casan mal con lo que se pretende, pues repartamos responsabilidades. La debilidad física de nuestro equipo, por ejemplo, tantas veces mostrada, no creo que sea un objetivo del club, ni una combinación de tipologías débiles, sino más bien la consecuencia de una preparación peor que la de otros equipos. Pues a ver si la cambia de una vez con la jubilación del responsable.
Desde luego que el aficionado atlético es único. Ahora mismo, creo que el pesimismo frente al Inter es lo que predomina. Pero cuanto más cerca esté el choque, más nos animaremos pensando que la diferencia es mínima y que todo puede pasar. Liverpool es un buen ejemplo reciente: baño colosal del rival, actuación portentosa de Obkak, y éxito inesperado… para luego hacer un partido calamitoso frente al Leipzig y caer de lleno en el desencanto. Si el equipo elimina al Inter, que haga el favor de llegar a la final para intentar ganarla, y si no, que no le quite rivales de enjundia al vecino, que, por descontado, sí que lo intentará.