Solo hay una cosa clara siempre que llega el mes de agosto: hace calor. Y en mitad de esas noches pegajosas en las que no puedes pegar ojo te pones a recordar veranos anteriores. Veranos marcados por fichajes que solo Dios sabe por qué vinieron. El Vicente Calderón lleno para recibir a un equipo de Europa del Este o Grecia con el que te juegas entrar en Europa. No, en Champions no, en Europa. Quien te ha visto y quién te ve, Atleti.
Recuerdo con nostalgia los veranos de mi infancia. Recuerdo camisetas con la publicidad de Idea, al Niño Torres siendo una pequeña balsa a la que poder agarrarse en un mar de mediocridad y como muchos atléticos empezaban a poner en el mapa ciudades como Bistrita.
Recuerdo más fuertemente como un día de verano pasé de ir a la piscina con mis amigos. En vez de eso acabé en un bar junto a mi padre viéndonos disputar la no tan lejana Intertoto. El aliciente que me hizo renunciar a una tarde de diversión por calor frente a una tele fue simple. Ese día debutaba un central que venía de Boca Juniors. Se llamaba Perea y decían que corría mucho. Además, el Atlético de Madrid estrenaba la camiseta de Spiderman. Que poquito nos hacía falta para ser felices.
Este año Agosto es bastante distinto. En las redes sociales ya no hay pujas sobre quien vendrá y a que estrella tocará dar el pasaporte. Ya nadie tiene “información de buena fuente” sobre movimientos en el mercado. No es verano de Eurocopa o Mundial, pero hay Champions. O por lo menos por ahora. En cualquier momento interesará decir que este año el título que ha venido midiendo la grandeza de los clubes durante las dos últimas décadas ya no vale tanto. Por una vez estaré de acuerdo, un título sin desplazamientos, gente en las gradas y sin opción alguna a celebración en caso de victoria es de todo menos un título.
Quizá la vida nos lo haya puesto así para darnos cuenta de que la obsesión enfermiza que tenemos por esa copa no es sana. Quizá sea el año en el que la ganemos y por fin podamos decir que tenemos una. Como cuando de niño pedía el juguete de moda, porque todos lo tenían, y la euforia por tenerlo se disipaba a los pocos días. Ya era uno más, ya no importaba tanto. Quizá después de eso, de ganar lo que todos quieren, podamos dedicarnos a perseguir con más ilusión lo que verdaderamente me hace feliz. A mí y a muchos. Ir al estadio, con tu gente, y disfrutar de lo que verdaderamente es el fútbol. Y a tener como única preocupación que la cerveza no se caliente demasiado.
11 agosto, 2020
Veras Marcos, yo no me hice del Aleti por lo que ganaba. De hecho le vi perder la primera vez detrás de la cristalera de un bar, que tenía una televisión en blanco y negro donde daban la final de la Recopa contra el Tottenham. 5-1 Perdimos. Y aguanté todo el partido.
A mi me hizo un amigo del Aleti y creo que además de por ser extremeño, por ser rebelde.
Siempre me he revelado. Vivi Mayo del 68 en Paris y me metí en follones en las barricadas no por política, si no por una mujer. Pero bueno, eso es otra cosa.
Los que somos del Aleti estamos marcados. Nunca nos conformamos. Hemos perdido tantas veces cosas con las que otros se pavonean, que esa conformidad nace de que sabemos que algún día nos tocará a nosotros.
Y si no, como tu bien dices, unos con una cerveza y otros con una copa de vino, sabemos pasar cualquier trago.