Koke, leyenda eterna

Recuerdo perfectamente la noche en la que debutó, lo vi en la cafetería Memphis, una pequeña Galia cordobesa contra imperio blanco, y estaba mi hermano Diego también allí, imposible olvidar, por cuántas veces nos hemos reído con ella a lo largo de estos años, su sentencia a los cinco minutos de estar Koke en el campo: “No sirve”. Son dos palabras categóricas que usamos por el sur cuando vemos un novillero atropellado con el toro, cuando vemos un canterano que debuta. Es habitual en mi familia que este tipo de afirmaciones deriven en el próximo Manolete o, como el caso que nos ocupa, en el jugador que más veces va a vestir la camiseta del Atlético de Madrid.

Yo no sé si muchos de ustedes sueñan con ganar una Champions, me imagino que sí, y no digo que yo no quiera ganarla, ¿quién podría decir eso?, pero lo que sí les puedo asegurar es que, lo que yo siempre he soñado, desde que tengo conciencia y soy del Atleti, que son dos cosas que se funden en el tiempo, es que en mi equipo hubiera un jugador como Koke. Siempre quise que en el Atleti hubiese tipos que agarraban el escudo con el mismo sentimiento que nosotros, gente con la que compartir una alegría colectiva, y no individual, en la victoria, que supieran entender bien lo que significa una derrota. Jugadores que sepan y amen donde están, que sepan hacer perdurable en el tiempo ese espíritu de club que nos robaron, a nosotros abruptamente, a los demás de una manera más taimada. Porque eso es lo que queremos, al fin y al cabo, mucho más que una Champions: reconocernos, saber que los que tienen el privilegio de estar abajo piensan y sienten como los que están arriba.

Cuando se marchó Torres fue un golpe mortal para todos los que soñamos con tener a un jugador como Koke porque con la marcha de Fernando no perdíamos el futbolista, perdíamos el sueño, quebrábamos lo que realmente nos importaba y que veíamos tan claro: un jugador que lleva la camiseta desde niño y la entiende y la defiende como todos. Torres parecía la última oportunidad en un mundo donde habitaba la mediocridad, en un club convertido en una agencia de compraventa de futbolistas. Su marcha fue durísima para todos los que pusimos en él la esperanza de un cambio. Todo volvió a la oscuridad, a aquel terrible escenario de Novos y Mussampas. Pero entonces, en un territorio hostil, cada vez más mercantilizado, apareció este chiquito de Vallecas al que mi hermano -bendito sea- bendijo para siempre con aquellas dos palabras rotundas: “No sirve”.

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Koke en Leganés. Foto: Rubén de la Fuente

La mercantilización del fútbol es tan grosera que ni siquiera los ultrapoderosos tienen ya la decencia de respetar a sus hombres, es difícil, y cada vez lo será más, encontrar un One Club Man, por eso cuando miro a Koke sobre el campo, no sólo veo al jugador, veo al hombre que nos recuerda de dónde venimos, lo que somos, lo que queremos y no queremos ser. Koke, además, es un futbolista extraordinario, ¿de qué otra forma hubiera podido si no resistir en el once de este Atlético de los éxitos frecuentes?, un tipo humilde, compañero, respetuoso, que porta con muchísima dignidad todos los valores con los que muchos vivimos y que tratamos de transmitir a las generaciones futuras a través de los que algunos -los que no se enteran de nada-, piensan que es un equipo de fútbol, pero que para nosotros es mucho más: el Atlético de Madrid. Koke ha sido el capitán cuando tenía que serlo, tomando un relevo francamente difícil, y ha dignificado ese brazalete, ha aprendido, ha evolucionado, y lo ha hecho no sólo con nuestro club, también con la selección española, aunque ese sea otro cantar que merecería un artículo aparte.

Ahora algunos dicen que anda en horas bajas, que ya no es el que era, que no merece seguir siendo titular. Mi opinión es muy distinta porque yo creo que Koke, incluso en sus momentos bajos, sigue siendo imprescindible en este equipo, pero ponerme a juzgar eso ahora, justo cuando está a un par de días de convertirse en el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Atlético de Madrid me parecería poco menos que irrespetuoso, diría hasta grosero e insultante. Porque Koke es una leyenda eterna y activa, y lo único que debemos hacer ahora es observarlo y apoyarlo y sentir el privilegio que supone estar viviendo este momento en el presente, porque es posible que, los que ya peinamos canas, no volvamos a ver algo igual. Ni tal vez los otros. Es un momento para echar la vista atrás y dar las gracias, yo las doy, con desbocada sinceridad, a ese niño de Vallecas que iba al Calderón con la misma ilusión que los míos y que ahora está ahí, cogiendo el testigo de Adelardo. Muchas gracias por todos estos años Koke, por no haberte marchado cuando pudiste, por entender tu sitio y el nuestro, por ser un estandarte del que sentirse tan orgulloso. Muchas gracias, Koke, porque has sido uno de mis pocos sueños cumplidos, desde el principio hasta el fin, con nosotros, como nosotros.

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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2 Comentarios

  1. Bueno, lo que hay que hacer, es destaca mucho y bueno, e ignorar las gilipolleces que dicen todos aquellos que quieren minar la moral de un mito de nuestro club.r todo lo bueno de Koke, que eds mucho,

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  2. Novos y Mussampas…muy evocador. Igual nos hace relativizar lo que venimos teniendo de unos años a esta parte, que se acerca mucho a lo que deseábamos en esa época

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Trackbacks/Pingbacks

  1. Nada podrá manchar la leyenda Koke - La vida en rojiblanco - […] una leyenda gigantesca como Adelardo. Y nosotros le hemos visto crecer: desde el primer día –como recuerda el ‘jefe’…

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