Todos pensábamos que Julián Álvarez llevaría a estas alturas un par de goles anotados en liga. Fantaseábamos con la araña, tuvo una presentación galáctica, está arrasando en ventas de camisetas y, aunque puede parecer una broma, los goles los están metiendo los mismos del año pasado.
Desde su debut llevo prestando especial atención a Julián, incluso en los dos partidos jugados en el Metropolitano pude verlo desde la grada, fijándome en cada uno de sus desmarques, sus repliegues, su garra sobre el césped, su actitud como jugador y cómo pelea en cada disputa. Es un auténtico espectáculo verlo en directo y sí, os aseguro que va a triunfar en el Atlético de Madrid.
Los goles van a llegar… y muy pronto. Pero es que ofrece mucho más que eso, algo que demostró en San Mames, donde supo entender el juego tosco y lento que ofrecía el partido, sabiendo jugar su papel y pelear cada acción como si fuese la última. Una de las cosas que más me llama la atención del argentino es cómo se busca la vida y, en cuestión de segundos, genera una ocasión clara de gol.
Ante el Athletic sacó a relucir su pillería, presionó a los defensas, les hizo dudar y, cuando los zagueros se quisieron dar cuenta, Julián Álvarez ya les había robado la pelota, plantado en el área y chutado a portería. Una pena que se cruzara Yuri. Esto antes no lo teníamos en el equipo, un tipo que peleara todas las guerras con inteligencia, sin caer en faltas absurdas al defensa o fueras de juego… el argentino no desespera, aguanta su momento y da el gran golpe.
Lo que más me impactó de verlo en directo ante Girona o Espanyol fue cómo no huía del contacto físico, iba a todo. Le da igual cuerpear con tipos de 1,90 metros, proteger la pelota ante tres rivales, meter el hombro en carrera o ir al suelo para rascar un saque de banda. Da gusto ver jugadores así. Pero es que encima se desfonda presionando, apretándole las tuercas a los centrales y haciéndole dudar hasta el punto de que acaben dando un pelotazo a la cabeza de Le Normand o un pase apurado con poca efectividad.
A todo esto se le suma su generosidad en el campo, se asocia con cualquier compañero y sabe cuándo dar el pase perfecto. Otra de las cosas que más me llamó la atención fue su forma insistente de abrir huecos a Lino y Marcos Llorente. Siempre que podía, lanzaba un desmarque. Siempre sacrificaba su jugada para dar vida a las bandas. Y así llegó el gol de Marcos. No ha venido con aires de ‘estrella’, juega para el equipo y eso es clave para los partidos importantes de liga y Champions.
Por todo esto y por más razones esperaremos a Julián Álvarez hasta el final. Nadie se va a bajar de este barco, un futbolista completísimo que va a dar grandes momentos a la historia del Atleti, con mucho olfato de gol y que, en cuanto se adapte a sus compañeros, va a ser una auténtica arma letal. Tengan paciencia, que la araña ya mismo va a picar.