Qué felicidad la del pasado lunes. El día comenzó con una de las mejores noticias en los últimos meses: el Atlético de Madrid había comenzado la transición hacia el escudo de 1947, el cual ya ondea en el cielo de Madrid junto al Metropolitano. Creo que ninguno de nosotros puede explicar con palabras lo que sentimos al ver esas imágenes y vídeos. El emblema por el que tanto hemos luchado desde que nos instauraron el logo volvía, y por la puerta grande.
Las redes estaban completamente revolucionadas, y no era para menos, pues significaba el primer gesto de manera pública que tenía el club con los aficionados desde que confirmaron que el escudo volvería hace unos cuantos meses. La alegría, la felicidad y el orgullo inundaban todos los rincones de Twitter, Instagram, de las conversaciones entre amigos, familiares, etc. Poco a poco, la identidad del Atlético de Madrid está volviendo, y es motivo de celebración.
El club, además, publicó un pequeño spot bajo el lema «Nunca dejes de creer», y el mensaje «A veces, el corazón tiene razones que el marketing no entiende». Una frase que representa a la perfección lo que ha sucedido durante los últimos años. Bajo la careta de la evolución y del crecimiento, nos clavaron un puñal por la espalda mediante el cambio del escudo, sin ningún tipo de consulta a los socios ni avisos previos, nada de nada. Lo camuflaban como un cambio a mejor, donde la simplicidad de los colores, junto a la mejora en las proporciones del escudo, iban a ser clave para que la imagen del Atlético de Madrid llegara a más partes del mundo.
Sin embargo, como todos sabéis, el marketing nunca estará por encima de los deseos de los socios y aficionados colchoneros, quienes son los que realmente mandan en este club. De esta manera, y tras una lucha histórica en el fútbol español y europeo, el escudo del Atlético de Madrid regresará oficialmente el 1 de julio. Desde el club transmiten que será un proceso «complejo y que durará varios meses hasta completarse», pero lo importante es que los primeros pasos ya se han dado. Disfrutemos de lo que hemos conseguido, pues no todos los días una masa social consigue derrotar a una directiva multimillonaria en el mundo del fútbol. Eso es el Atlético de Madrid.
31 mayo, 2024
Estupendo volver a recuperar el escudo, ya era hora. Esperemos que no se toque más ni el escudo, ni la camiseta, ni el himno, etc.
Desgraciadamente, el Atlético de Madrid no es sino una sociedad anónima donde el capital pertenece, mayoritariamente, a la familia Gil y a accionistas menores como Cerezo. Eso quiere decir que pueden vender la sociedad a quien ellos le plazca si les surge una buena oferta, incluso a un presidente chino como el del Valencia, que lo está destrozando de modo gradual pero inexorable, descapitalizándolo incluso en su plantilla. El valor de capitalización del Atlético de Madrid, teniendo en cuenta las deudas que debe tener frente a sus activos, no es muy grande, pero el prestigio que puede dar a su propietario y sus negocios, sí, al menos transitoriamente. Y si alguna vez se vende la sociedad a un magnate extranjero, que ni siente los colores, ni le gusta el fútbol en realidad, ni pretende otra cosa que darse publicidad, no es de esperar que el equipo sobreviva, con lo cual, la actual propiedad puede ejercer una especie de chantaje a toda la afición en el sentido de o Giles y Cerezos o muerte y desaparición. Lo del escudo no es sino el fin de la financiación obtenida por el promotor chino del logo con el fin del acuerdo comercial firmado. Esa es la cuestión. Pues si los Gil decidiesen vender la sociedad, a buen seguro que no les importaría en absoluto quien lo comprase con tal de que pagase bien. Por tanto, el Atlético de Madrid puede morir y ser liquidado, no es algo imposible, por desgracia.
Florentino Pérez ya venía previendo que muchos clubes españoles van a tener muy difícil su supervivencia económica a pesar de la manga ancha que con el fútbol se tiene en todos los países, de ahí su propuesta de una superliga europea muy rentable financieramente que englobe a los grandes del continente en la que el Atlético no tiene cabida en absoluto, salvo como sparring de otros clubes superiores y más fuertes financieramente en Europa, constando su presencia para rellenar plazas hasta cierto número (18 o 20 equipos). Y si tal superliga europea, que cuenta con respaldo de tribunales frente a FIFA y UEFA, se hace realidad, lo de ganar títulos ya no es que sea difícil, sino que va a ser totalmente imposible, algo así como que actualmente equipos del nivel de Osasuna o Mallorca aspiren a ganar la Liga o la Champions. En esa hipotética superliga, inevitable en el futuro para que el fútbol sobreviva financieramente, el Atlético de Madrid solo aspirará a no descender de categoría. Y ante ese panorama, no va a quedar afición que lo soporte, como ahora lo hace con Simeone en el banquillo y sus 8 títulos. Lo mejor de la afición dejó el club a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, harta de no ganar ni un título. Las gradas del Calderón se vaciaron durante casi una década, costó mucho ir recuperando afición, una nueva afición que ahora era mucho menos exigente, mucho más conformista y mucho más habituada a la derrota tras derrota y fracaso tras fracaso. Ahora, con Simeone, la expectativa de triunfo ha vuelto a llenar gradas. Pero si se vuelve no ya a la mediocridad anterior, sino a tener que luchar por no descender en una superliga europea futura, la afluencia al campo va a ser paupérrima, y eso si el equipo sobrevive, porque el Osasuna llenará su campo cuando venga el Real Madrid, gane o pierda, que es lo más probable, pero el aficionado atlético no va a soportar ser siempre un sparring de los grandes. Quizá por eso Gil Marín, en previsión de esa superliga, intenta fortalecer todo lo que puede el club en cuanto a rentabilidad económica frente a la consecución de los títulos, para posicionar al Atlético de la mejor manera en esa futura competición.