Son altas horas de la noche y no puedo más, he destrozado la tecla de ‘F5’, me he calmado con unas tilas y luego, mientras me entraba la nostalgia de medianoche, he devorado las redes sociales para ver si encontraba la respuesta a una pregunta que se hacen todos los atléticos: ¿se va o se queda Griezmann?
Lo que parecía hecho, ahora no lo está tanto. Lo que el jugador había asegurado a sus compañeros, luego le hacía dudar en casa. Y así se fue el francés con su selección, sin decir nada, con una ‘tristeza’ impuesta por los medios y una Europa League bajo el brazo. Más tarde arrancó una ‘operación imposible’ basada en bañar en oro al gallo rojiblanco, con un sueldo a la altura de una estrella del fútbol… y nada. Tampoco tenemos respuesta.
Pasan los días y la incertidumbre aumenta. Vivimos de publicaciones en redes, de ‘post’ del maravilloso Antoine en el que siempre sale de rojiblanco, con la copa o, como esta última, con su compañero Lucas en el banquillo de la selección. ¿Casualidad? Luego, hemos transformado en héroe al que hace un año era un villano, Theo Griezmann, que no para de ‘echarnos una mano’ con fotos del Atleti, stories cantando el himno junto a la representante del jugador o acordándose del gran Godín. Su mujer, Erika, parece que lo tiene claro y ya se ha ganado el respeto de toda la hinchada colchonera con ese ‘like’ al comentario de Theo Hernández.
Pero, si te quieres ir, ¿por qué todo este circo? Es entendible que una vez te hayas marchado de tu casa quieras jugar con los mejores y, seamos claros, todo futbolista quisiera jugar en el mismo equipo que Messi. Pero si Griezmann tiene tomada la decisión de irse, por qué meter el dedo en la llaga, por qué hacer guiños a la afición atlética si le vas a decir adiós, por qué su familia se empeña en amarrarlo en Madrid, por qué generar ilusión si luego va a doler el doble. Muchas preguntas y pocas respuestas. Llevamos más de una semana y el silencio nos está matando. Para bien o para mal, Antoine habla ya.