El Atlético de Madrid vive semanas de tranquilidad. Parece que nada es noticioso en un club que ha vivido un torbellino durante toda la temporada. La normalidad se ha convertido en la noticia destacada desde que el equipo empezó a carburar en el terreno de juego. Ni siquiera en la grada, donde el Frente Atlético canceló de forma abrupta su polémica (y todavía necesaria) huelga de animación, las aguas bajan ya turbias. Hay un estado de relativa calma que, para quienes estamos habituados a escribir cada semana, nos supone un esfuerzo doble. Es difícil hablar cuando hay poco que decir. Pero nuestros corazones agradecen una tregua en esa esquizofrenia colectiva en la que llevábamos inmersos desde hace meses.
En lo deportivo, esa tregua termina mañana. El Atlético de Madrid regresa a la palestra con un encuentro determinante ante el Real Betis. Un triunfo de los colchoneros en casa supondría un paso de gigante a la hora de amarrar la clasificación para la próxima Champions. Tal y como está el equipo, ampliar la ventaja a 9 puntos (más goal-average) con los béticos a falta de once partidos sería un avance enorme para cumplir con el objetivo mínimo de cada campaña. De paso, podría colocar a los rojiblancos a un partido del Real Madrid en el caso de que los de Concha Espina no sacaran los tres puntos frente al Real Valladolid.
Si hay un rival propicio para el Atlético de Madrid de Simeone, ese es el Real Betis. Los rojiblancos mantienen un idilio con los de Heliópolis desde la llegada del técnico argentino al banquillo. En 22 partidos, el Atleti ha ganado 16, ha empatado 5 y solamente ha perdido uno. Exceptuando al Getafe, que no sabe lo que es derrotar al ‘Cholo’, no existe un equipo al que Diego Pablo haya sometido más veces. Incluso en la pasada campaña, en la que los verdiblancos ganaron la Copa y se clasificaron para la Europa League, los duelos directos entre ambos conjuntos fueron contundentes: 3-0 para el Atleti en la ida y 1-3 en la vuelta.
Es momento de prolongar la maldición un poquito más. Cerrar la clasificación para la Champions supondría un balón de oxígeno en una temporada más que complicada. Y además, permitiría centrarnos en aquellas luchas que todavía tenemos pendientes y que no se deben olvidar. En ese caso, ya no habrá objetivos deportivos que se puedan perjudicar.