Han pasado ya siete días desde que el Atlético de Madrid cometiera la osadía de apabullar al Real Madrid en el Metropolitano. Durante toda la semana, los esbirros del nacionalmadridismo han dedicado una atención inédita al cuadro colchonero. Seguramente, el duelo del jueves frente a Osasuna logró unas cuotas de audiencia poco habituales en el cuadro rojiblanco. A la maquinaria del oficialismo le ha dado tiempo a cuestionar la lesión de Correa por la entrada de Bellingham, a señalar a Alberola Rojas por sus aciertos e, incluso, a dar voz a una historia que todavía sigue sin contrastar.
No me malinterpreten. Increpar a una niña de ocho años y amenazarla de muerte es para aplicar sanciones ejemplares contra los autores, sean del equipo que sean. Pero recuerden cuando el Diario de Navarra lanzó una noticia en 2021 en la que decían que hinchas osasunistas habían sido amenazados en los aledaños del Metropolitano. Poco tiempo después, se demostró que era mentira. No importó. Para entonces, los miembros de la UIP ya habían cargado indiscriminadamente contra los aficionados colchoneros en la previa frente al Milán. Quizás les suene la historia del padre que tuvo que abandonar el estadio atlético con su hijo por llevar la camiseta del Real Madrid. Ni un día tardó en demostrarse que estaba increpando a los aficionados de su zona y en evidente estado de ebriedad.
Con estos precedentes, entenderán mis dudas. Es la penitencia que toca pagar por ser el vecino molesto de la capital. Y es un peaje que, por cierto, pagamos encantados. Reprochaba la caverna blanca estos días que Gil Marín no emitiera ningún comunicado contra el colectivo arbitral. Presumían de que el Mágico Real nunca lo haría. Y tienen razón. Teniendo un instrumento de propaganda como Real Madrid TV y el control de la mayor parte de la prensa deportiva patria, ¿quién necesita emitir mensajes desde el club? ¿Quién necesita un Negreira cuando tiene el poder de señalar públicamente a los árbitros y vetarlos en privado?
Espero que haya disfrutado esta semana como se merece. Sus vecinos de Concha Espina le dirán que no exagere, que ni que fuera una Champions. Pero piense en toda la montaña de bilis que han removido esta semana. Piense en el escozor que ha provocado una simple derrota liguera. Por mucho que le digan, no fue un simple partido. Ganarles a ellos es ganar a todo el sistema. Y eso, por efímero que sea, siempre produce un placer especial. No obstante, la vida sigue y hoy toca ponerse el mono de trabajo frente al Cádiz. Partido a partido, como dice el jefe. Eso sí, la resaca del otro día no nos la quita nadie. Y eso es lo que los caballeros del honor no pueden soportar.