No están siendo los mejores meses de Diego Pablo Simeone en el Atleti. Tras una pretemporada ilusionante después de cumplir los objetivos de su año más duro -deportivamente hablando con la clasificación a Champions y personalmente con la muerte de su padre-, el inicio de este nuevo curso le ha traído más tormentas.
Se aprecia en los resultados de su equipo, así como en unas semanas de verano complicadas. No ha sido el periodo vacacional más tranquilo con un club poniéndole palos en las ruedas y con el coqueteo con figuras madridistas y la bienvenida a (más) exblancos. Eso es así. Y la imagen después del derbi madrileño en rueda de prensa escenifica esta inestabilidad.
Ojos cerrados, movimiento inquieto de cabeza, manos tocándose la cara. Esa fue la imagen de un Diego Pablo Simeone descompuesto escuchando la última pregunta en la sala de prensa. Una escena que me descompuso a mí también; una escena que podría ejemplificar a un Cholo agotado.
Es lógico. Un derbi y el runrún de la semana previa cansa hasta al más paciente. A mí me inundó de pereza. Pero se trató de una imagen única de un entrenador único. Y eso me hizo saltar todas las alarmas; me hizo ponerme en alerta ante un posible final. Incluso voy más allá y me asustó pensar en un final dramático para un ídolo. Algo que temo y no deseo con toda mi alma.
Esa imagen de Simeone me llevó a ver a un entrenador solitario, herido y caído. Seguramente esté exagerando y todo se deba a un día intenso en la mente y en el cuerpo de un personaje extraordinario como es el argentino. Pero me da pie a una reflexión más personal: qué más da el resultado, qué más da los errores cometidos si se trata de levantar a alguien querido.
Son múltiples los fallos de Simeone tanto futbolísticamente como en sus acciones en los últimos años. El principal es autotraicionarse e ir enterrando poco a poco la religión cholista que él creó con firmes valores y que ahora cuesta apreciar. Incluso en su discurso frases como “el esfuerzo no se negocia” o el “partido a partido” aparecen muy en cuentagotas.
Cada aficionado tiene su cuenta con Diego Pablo y esto es un tema muy personal. Se trata de una relación con una persona que ha formado parte de nuestro día a día atlético desde hace muchísimos años. El saldo positivo o negativo ya es de cada uno. Pero a donde quiero llegar es que creo, sinceramente, que Simeone ahora nos necesita.
Él levantó a un Atleti sin identidad, objeto de críticas y de bullying futbolístico. Él dio argumentos para luchar a varias generaciones de atléticos sin éxitos. Él creó un grupo y unos valores que nos identificaba. El “orgulloso de nuestros jugadores” no ha sido un cántico más. Y en todos estos momentos únicos siempre ha estado él en el centro.
Insisto: es cierto que poco a poco se ha ido perdiendo eso que él mismo ha creado, pero también es cierto que debemos estar en las buenas y en las malas. Muchos pensarán que ese concepto vale para los nuestros y que Simeone ha ido alejándose de nuestro círculo, pero a mí se me hace imposible no intentar levantar a alguien que me levantó con más fuerza que nadie.
Me dan igual los argumentos futbolísticos (soy muy crítico cuando hay que serlo), los monetarios (lo que cobra o deja de cobrar) o incluso las minas que ha colocado en su libro de valores. Es un tema muy personal y que respeto profundamente a cada una de las personas que cree o que ha dejado de creer en Simeone. Pero a mí el cuerpo me pide apoyar a un hombre que su expresión no verbal anda descompuesta.
23 septiembre, 2022
Gratitud eterna a Simeone. Ahora más que nunca Ole ole ole Cholo Simeone!!!!
Y Aupa Atleti!!!!
Disfrutemos de lo nuestro.