Corría no hace tanto por redes sociales una imagen que, a mí juicio, definía perfectamente la rivalidad del derbi madrileño: «Ellos lo tienen todo, nosotros lo que les falta«. Sin sutilezas. Directo y certero.
Los que desde tiempo inmemorial se vanagloriaban de pertenecer a una estirpe de elegidos tocados por la varita divina, únicamente por el mero, y gratuito, hecho de elegir blanco por encima de otros colores, se aproximaron a su cita en el Metropolitano con la imperiosa necesidad de ser recibidos entre elogios, genuflexiones y pasillos. Como si tu identidad propia tuviese que ser ratificada por el resto de mortales para terminar de definirte. Como si el título de Liga recientemente conseguido no valiese absolutamente nada hasta que no fuese refrendado en una ceremonia de reconocimiento impuesta al rival. No hay nada más triste que tratar de comprar un respeto que por ti mismo no has sido capaz de ganarte.
Sus aficionados, jaleados por una turba de pseudoperiodistas que hace años abandonaron la idea de dignificar la profesión y desde entonces se dedican a prostituirla y llenarla de contenido vacío, no hablaban de otra cosa: El pasillo. Acababan de agenciarse el campeonato doméstico y estaban en una nueva final de Champions League, pero lo verdaderamente importante era otra cosa. Ellos lo tenían todo, nosotros lo que les faltaba.
No recuerdo a ningún aficionado rojiblanco que, tras ganar la Liga la pasada temporada, estuviese haciendo cábalas sobre quien o quienes debería hacernos el siguiente pasillo. Tampoco recuerdo una necesidad imperiosa de protagonizar algún tipo de homenaje o felicitación en el que se colase algún actor de fuera de los círculos habituales: familia, grada equipo. Nunca hemos necesitado ningún título para refrendar nuestro vínculo con el Club que un día nos enamoró. Tampoco hemos esperado a recibir algún tipo de aprobación del resto de la sociedad para reafirmar que somos lo que somos.
El domingo, distintas fotos en diferentes medios electrónicos captaron un momento que nadie esperaba. Desde la cara sur del Metropolitano se descolgó una pancarta que pretendía ponerle un tono cómico a todo lo vivido esos días atrás. Una rima fácil que no hería ninguna sensibilidad, como si otras pancartas que, casualidades de la vida, fueron jaleadas desde las mismas redacciones que pretendían censurar esta. “Entre la prensa y los de amarillo, 120 años de pasillo.” Una frase que, no sé si pretendiéndolo o no, consiguió sacar de sus casillas a aquellos que durante todo el año aparentan dar una imagen imparcial y objetiva. Unos metros de lona con varias letras pintadas. Solo eso hizo falta para volver a disfrutar. Ellos lo tienen todo, nosotros una pancarta.
13 mayo, 2022
El triunfo del real madrid no es ganar títulos ni copas, es conseguir que contando cada temporada con 300 millones más, no se hable de ello.
¿Alguien duda que con 300 millones más, invertidos en el equipo, el Atleti no ganaría mas títulos? o a lo mejor es que la diferencia la marcan las ayudas arbitrales o los sucesos «poco comunes» como marcar goles por «arte de magia» en los minutos finales o aprovecharse de «errores» incomprensibles de ciertos porteros.
Que nadie dude de la honradez del negocio del fútbol actual.