Es muy concurrida la frase de “odio eterno al fútbol moderno” , pero ¿qué es el fútbol moderno y el fútbol antiguo para que se establezcan diferencias? Básicamente el fútbol antiguo es aquel en el que los aficionados eran los dueños de sus clubes, participaban en todas las decisiones y el fútbol era por encima de todo un deporte que no estaba regido por el dinero y el marketing.
En contraposición, el fútbol moderno está regido por las sociedades anónimas, los equipos son propiedad de personas que no necesariamente tienen que ser hinchas del mismo, ni si quiera ser aficionados al fútbol: se trata de un negocio donde el dueño busca el beneficio económico y el aficionado es un cliente cada vez más irrelevante. Irrelevante no sólo porque no participe en ninguna decisión del club y su opinión sirva para nada, sino porque gracias a los fastuosos derechos televisivos un club puede funcionar perfectamente sin que ni un solo aficionado vaya al estadio, ya que los ingresos por abonos y entradas representan un porcentaje muy pequeño del presupuesto total del club.
El aficionado es parte del decorado de cartón piedra, de hecho la LFP premia a los clubes que tengan llenas las gradas en la zona del tiro de cámara, para que en la tv parezca que los estadios están llenos, aunque las demás zonas estén vacías, el aficionado es un mero decorado para que en Asia y América se vea bonita la foto. Una SAD sólo llamará club al equipo y apelará al sentimiento y a la afición en la campaña de abonados y sobre todo si el club corre el riesgo de perder la categoría y no porque al dueño de la SAD le importe en que categoría juega el equipo, sino porque bajar de Primera a Segunda es pasar de ingresar 45 millones a 10 en derechos de TV y bajar de Segunda a Segunda B es pasar de 10 a 0. Cuando los dueños ven peligrar su negocio, entonces sí, apelan al aficionado.
En las Sociedades Anónimas Deportivas los títulos son algo secundario, el único objetivo es el beneficio económico y tenemos un ejemplo claro en el caso de Theo Hernández que como todo jugador de una SAD ha sido vendido al que más paga, da igual que sea el eterno rival. A Gil Marín le importan los euros de la cuenta y no ha tenido ningún reparo en negociar con el club blanco, en vez de obligarles a pagar la clausula y romper relaciones, como ha hecho Osasuna, que no es una SAD, con el Athletic de Bilbao, este mismo verano.
En el fútbol actual, jugadores, entrenadores y dueños de clubes hacen negocio a costa del sentimiento de unos aficionados que les importan un pepino, entre los dueños de las SAD no hay sentimiento, solo importan los euros y se hace el paripé en los medios para seguir vendiendo la moto. Así está montando el circo y solo caben dos opciones: aceptarlo o bajarse del barco, pero pasarse el día llamando ratas al personal, es amargarse la vida innecesariamente, porque este tinglado lo único en común que tiene con el fútbol que nos apasionó de niños son las porterías.
18 agosto, 2017
Muy de acuerdo, únicamente aclarar que el Osasuna sí es actualmente una SAD