El año pasado, cuando Griezmann decidió quedarse en el Atleti, defendí a capa y espada que era algo muy importante, que trascendía el asunto deportivo. Sí, el Atleti podría contar con uno de los mejores jugadores del mundo, con todo lo que eso podría repercutir en el campo pero más allá de eso, alcanzaba un punto de inflexión que, al menos su hinchada, llevaba tiempo buscando.
Desde que llegó Simeone, el éxito se ha ido construyendo a base de recambios. Ganamos con Falcao y se fue Falcao, ganamos con Costa, con Filipe, y se fueron. Ganamos con Arda Turan y también se fue. Antes se habían ido Torres, Agüero, jugadores espectaculares que encontraban limitada su proyección en el Atlético de Madrid y salían estando en plenitud. Ni el dinero ni las aspiraciones alcanzaban. El milagro de Simeone consiste en eso, en ir situando al Atleti en el mayor escalón competitivo, lo que trae de la mano también el aspecto económico.
Cuando Griezmann decidió quedarse fue una especie de Rubicón. Por primera vez en mucho tiempo, uno de los grandes de verdad, no sólo veía satisfechas sus pretensiones económicas, sino que sentía que el Atleti era el lugar donde mejor podía competir para alcanzar la gloria deportiva, que como todos sabemos suele ocupar el segundo lugar en la particular pirámide de Maslow de las estrellas del fútbol. Personalmente lo viví como un triunfo que no todos percibían; ya estábamos llegando, era un cambio en el paradigma.
Ahora está claro que estaba equivocado, porque lo de Griezmann no fue más que una pantomima. Indiscutiblemente por la parte del jugador y, ¿quién sabe si también por la del club? Al jugador poco más se le puede decir, en el pecado lleva la penitencia. Ha desdeñado ser una leyenda de un club centenario y único, ha rechazado la adoración eterna y sólo con el tiempo podrá comprobar si compensaba. Pero, ¿y el club?
El club, o para ser más preciso digamos aquellos que ahora dirigen el club, debiera denunciar al Barcelona si realmente no era parte de este juego absurdo que ha traicionado el sentimiento de su gente. Si no tenía nada que ver, ni era una venta pactada y diferida, los dirigentes deberían alzar la voz para que todos los que creímos estar ya en ese lugar tengamos al menos la esperanza seguir en el camino. Para que la afición pueda sentir que hay quien defiende los intereses del club, y no las particularidades de unos pocos. Para que no quede la sensación de que el Atlético de Madrid sigue siendo una pasarela con la aceptación y connivencia de los que tendrían la responsabilidad de evitarlo.
Sólo hay una forma de dar ese mensaje, aunque sólo sea por un efecto publicitario, tan importante: denuncien.
19 junio, 2019
Me parece muy correcto tu comentario y espero que nuestro club se haga respetar si es verdad que ha negociado fuera de fecha y le pueda quitar parte de la deuda que le tendran que abonar
20 junio, 2019
Denuncien a Grissir y al barsa
21 junio, 2019
Denuncien, no queda otra por hacernos respetar, necesitamos nos tomen por un Club serio y respetuoso con las normas.