El décimo círculo del infierno

Cuando Sergio Ramos acertó con aquel cabezazo hizo historia. No porque fuera fundamental en la consecución del título, sino porque fue protagonista del hecho más funesto de la historia del fútbol. Reflexionemos unos instantes para ver si exagero.

Se trató de perder la competición de equipos más importante del mundo, esa que se resiste, contra el avasallador archienemigo histórico, de la manera más trágica jamás imaginada. Siendo mejor equipo sin duda, con grandes bajas que igualaron la contienda, y que permitieron a la malvada (entiéndase, por favor) horda conseguir su tan cacareada décima copa de Europa.

No existe parangón en la lista de desgracias de este club. No se le acerca el zarpazo de Schwarzenbeck, a pesar de que pudiera parecer que llegó de modo parecido y de ser la primera vez que se acarició la orejona. Tampoco es comparable el duro descenso a segunda con el que se inició el milenio, a pesar de aquel mítico anuncio del Mono Burgos saliendo de las alcantarillas, dos años después, así quiso explicarlo.

Más allá del Atlético, lo de Da Luz me parece más dañino que el famoso Maracanazo del año 50 en el que Uruguay le quitó la que parecía su mundial a Brasil. Ríos de tinta corrieron sobre la desgracia canarinha, pero esta pudo ser peor si en vez del neutro Uruguay, la victoria en Maracaná se la hubiera llevado la selección argentina. El último ejemplo de fatalidad extrema futbolista que mencionaré fue el único que viví en directo, en el que el Córdoba le quitó un ascenso a Las Palmas también en el minuto 93, por culpa de sus propios aficionados y que mereció tanto en el campo como durante el año. Para esos 35.000 canariones a los que yo vi llorar desconsoladamente también pudo ser peor: quién les quitó el ascenso no fue el Tenerife.

Estamos de acuerdo pues. El averno fue Lisboa. Si Dante hubiera estado vivo, hubiera mandado reeditar su Divina Comedia para incluir el décimo círculo del infierno, mucho más desgarrador que los otros nueve. Ni siquiera imagino más de un par de situaciones más dolorosas para una persona incluso fuera del fútbol. Quizá perder a un hijo pequeño. Poco más.

Pero el Atlético resistió. A los hechos me remito. Lleva dos años ahí arriba peleándolo todo. Ya no se puede decir que sea la inercia del aquel equipo campeón. No sé qué anuncio de televisión habría que hacer para explicar esto. El poeta Julián Cañizares decía que no quería conocer el momento en el que su vida alcanzara la cima, pues a partir de ahí, todo sería una triste bajada. El Atlético no conoce la cima, pero ha pisado el fondo, el verdadero. Cuando alguien, en este caso un grupo, conoce el fondo del infierno pierde el miedo. Les pasa a las personas que bordean la muerte, por ejemplo a los pocos que son capaces de tumbar a un cáncer agresivo. La mirada de estos héroes es tan limpia que no puede verse en ella el temor. ¿Qué pueden temer ya los atléticos? No hay nada que pueda hacerles más daño que aquella tragedia, que jamás se olvidará, pero cuyo dolor menguará y menguará con el tiempo. Quizá por eso el Atlético sigue ahí, porque sin miedo la cima, esa que quedó a medio minuto, siempre se vislumbrará en el horizonte.

 

Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com

 

Autor: Rafa Japón

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3 Comentarios

  1. Yo tuve la suerte de poder venir ex-profeso de las vacaciones para derrotar al enemigo en la final de la SuperCopa de España. Ahí se cerró, para mi, la herida de Lisboa. Yo sin haber padecido directamente la del 74 (tenía 6 años), esa es una herida que no he cerrado todavía al tener vivir toda la adolescencia con el machaque de no haber ganado nunca la Copa de Europa (solo la victoria del Liverpool a los blancos en palió aquella derrota), pero no celebro las derrotas ajenas si no las victorias propias. Y la senda ganadora del equipo del Cholo de estos años me hace sentir Lisboa como una «dulce» derrota. (también ha ayudado que los amigos cercanos madridistas tampoco han usado esa 10ª para hacer excesiva sangre…)

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  2. No puedo estar más en desacuerdo. La derrota de Lisboa fue dura, pero la sensación posterior fue de orgullo. Orgullo por un equipo que partiendo de cero llegó a donde llegó, por unos jugadores y un equipo técnico que se dejaron el alma y que siguen haciéndolo. Porque sabíamos que habíamos vuelto y porque al día siguiente estábamos desafiando a la malvada (entiéndase también bien) horda otra vez. Y porque un par de meses después los volvimos a poner en su sitio. Al contrario que la derrota de Bruselas, que fue el inicio del nefasto pupas, esta fue el inicio de la mejor época del Glorioso. La de un equipo que cae y se levanta, que nunca deja de creer y que aquí esta otra vez mas fuerte que nunca.

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  3. La final del 74 fue dura, yo tenia 9 años y todavía recuerdo a mi madre diciéndome: «¡pero chico, no llores, es solo futbol!.

    La final del 2014 fue devastadora, de nuevo ese poco de fortuna que es tan necesaria en la vida y en el deporte nos fue esquiva, pero a fuerza de golpes fuertes, equipo y afición hermanados ( como siempre) continuamos y………… aquí estamos.

    Hoy 42 años después nos encontramos con nuestros verdugos del 74,pase lo que pase siento orgullo de este equipo, pienso en los que ya no están, en aquellos que se fueron creyendo que nuestra historia estaba escrita, como hubieran disfrutado viendo a nuestro Atleti medirse al establishment del fútbol europeo sin complejos.
    Hoy a las 20:45 cuando empiece el partido, con mi hijo de 9 años al lado nos miraremos a los ojos y diremos; ¡vamos Atleti, que esto no es solo fútbol!

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