El Atlético de Madrid llega a Mestalla presentando los mejores números que algún equipo de Simeone ha tenido. Con dos partidos menos, los del Cholo son segundos, es uno de los equipos más goleadores y solamente recibió dos tantos en lo que va de campeonato. Si a eso, le sumamos el amor particular que le tenemos al campo del Valencia…
La magia del fútbol ha ofrecido muchos regalos a los atléticos, pero nada como ese voleón que anotó Adrián para mandarnos a Bucarest. Ir a Mestalla es ver como Torres, a pase de Simeone, batía a un veterano Cañizares. O en la versión 2.0, una década más tarde, cuando ‘El Niño’ mataba a Diego Alves desde el segundo palo.
Nuestros viajes a Valencia siempre han sido significativos. Recuerdo el primer año en Primera, donde un eterno Aguilera puso en su sito a todo Mestalla. En 2003 ya vivíamos del 0-1 y marcando en córner. También pasamos una época de empates rácanos, en los que destacaban los trucos de magia del Kun. Sin embargo, para los despistados, en Mesalla fue donde Llorente se hizo colchonero, no en Anfield, allí jugó su primer gran partido y se estrenó como goleador.
Nuestros títulos ligueros van ligados a Mestalla. El gol de Caminero en el año del doblete o el cabezazo de Raúl García: ¿alguien los puede olvidar? El fútbol es caprichoso y el Atlético de Madrid también. Kiko Narváez siempre lo repetía: “Tras ganar en Mestalla empezamos a creer”. Simeone estuvo en el vestuario de las dos últimas ligas ganadas y sabe perfectamente de lo que hablo.
El Atlético de Madrid ha vivido muchas noches en Valencia. Algunas dolorosas, muchas fantásticas y otras históricas. Los muchachos tienen en su mano elegir qué noche quieren vivir, si quieren que los atléticos la guardemos en nuestros recuerdos. Lo que es seguro es que iremos partido a partido y mañana toca un campo que me da buenas sensaciones.