Correa, corazón rojiblanco

Corría algo más de la hora de partido, llovía a mares sobre Anfield y en los ojos de los reds de la grada se empezaba a ver una remontada y un pase que era obvio desde el sorteo. Es en ese momento cuando una imagen se proyectó en todos los televisores. Después de una carrera en la disputa de un balón Van Dijk dejaba el codo a la altura de la cara de Ángel Correa y éste se encaraba con el holandés.  Daba igual la evidente diferencia de cuerpos, el argentino no se arrugó. Como nunca había hecho.

Si en un futuro alguien se propusiese escribir una biografía sobre el bueno de Ángel se encontraría con una de las historias más bonitas y de mayor lucha jamás contada. De cómo un chaval que creció en un barrio pobre se ganaba algo de dinero jugando al fútbol en picaditos entre droga, tiroteos y luchas de poder de bandas. Como un niño tuvo que marchar a San Lorenzo, poco después de perder a su padre, para seguir luchando por llegar a ser futbolista profesional y poder sacar a su familia de la pobreza. De la garra que hay que sacar para seguir luchando por ese sueño cuando lo tienes al alcance de la mano y te detectan un problema en el corazón. Muchos hubieran desistido. Demasiados hubieran bajado los brazos ante tanta desgracia y se hubieran resignado a no triunfar jamás, pero él no. Ángel prefirió seguir centrado en el fútbol y no abandonó la eterna sonrisa que siempre le caracteriza.

A pesar de que su carrera en el Atlético de Madrid estuvo a punto de terminar este pasado verano, nos sigue haciendo disfrutar con ese fútbol pícaro y canchero que tanto nos gusta a algunos. A pesar de tanto obstáculo siempre tuvo clara una meta: “Quería sacar a mi madre del barrio humilde en el que vivíamos.” Hoy, Ángel ha podido traer a gran parte de su familia a vivir a España y darles esa vida que tanto deseaban. En su torso puede verse un tatuaje con una de las palabras más importantes para él: “Familia.” Sin obviar la cicatriz que llevará toda su vida y que refleja lo duro que ha sido ese camino. Hay pocos jugadores que tengan ese carácter tan acorde a los valores atléticos, esa garra, esa lucha constante y ese sentimiento permanente de amor y respeto a los tuyos. Ángel Correa lo tiene y espero sean muchos años los que nuestro Corazón rojiblanco siga provocando infartos a base de gambetas.

Autor: Marcos Martín

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