Cansancio

La semana pasada cayó en mis manos “Invasión de campo” el nuevo libro de Alejandro Requeijo. Autodefinido como un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado, en él, el autor, nos hace un tremendo análisis sobre la evolución del deporte rey y del expolio sufrido por las aficiones, creadoras y sustentadoras de sus clubes, a las que se les ha negado cualquier tipo de derecho y únicamente se les ha mantenido la legitimidad que da el pago.

El sábado por la mañana, la Sociedad Anónima que gestiona el Atlético de Madrid lanzaba desde su departamento de comunicación varios mensajes apelando a la hinchada a animar a los suyos en un “difícil” partido ante el Getafe. Varios de los pesos pesados del vestuario salieron durante la semana en medios propios y ajenos a reclamar un apoyo que les ayudase a levantar un partido contra uno de los últimos clasificados. El mismo Getafe que llegaba luciendo una llamativa racha de partidos sin ganar. El mismo Getafe que, a juzgar por la rajada que se marcó su entrenador, también aparecía en escena con problemas internos.

La misma plantilla que se fue ovacionada tras caer en casa frente al Leverkusen, perdiendo cualquier opción de avanzar en Champions. La misma plantilla que ofreció una actuación espantosa a los miles de aficionados que se desplazaron a Oporto con todo perdido. La misma plantilla que se ha visto arropada en todos y cada uno de los partidos de Copa de esta temporada, sin importar el rival o las horas de autobús necesarias para desplazarse. La misma que, una semana después de tocar fondo europeo, vio como los suyos copaban un sector visitante en Soria ante un Tercera RFEF. La misma plantilla que escuchó canticos de apoyo en aquel barrizal gallego. La misma que, huelga de animación mediante, se encontró con mas de mil personas a las puertas de su hotel unas horas antes de un derbi para el que no se les proporcionó entradas suficientes. Cuatro mil querían estar.

En su libro, Requeijo nos hace una radiografía del tipo de aficionado que hoy puebla las gradas de los estadios. El hincha es una especie en peligro de extinción en un ecosistema de butacas en el que abundan los espectadores o clientes. La pasividad ante hechos que transforman el Club es una realidad que empieza a asustar. El nuevo aficionado ha acatado la idea de que solo debe preocuparle el devenir deportivo. Que todo lo que se cuece en los despachos lo entienden mejor tipos con traje caro y que aportan un amplío bagaje en la gestión de grandes marcas y multinacionales, pero que jamás se han mojado en una grada, no han pasado frío en un campo visitante o han hecho cábalas para conseguir el dinero suficiente e ir a una final.

Quitando los silbidos cuando un jugador controla mal o el entrenador hace un cambio que no les gusta, el nuevo aficionado no protesta. No le gusta todo, pero ha perdido los mecanismos de queja que diferenciaban al hincha del cliente. Ya no existen las pancartas, las manifestaciones multitudinarias o los cánticos hacia quienes no se atan las botas pero manejan directamente el destino del Club. La única opción socialmente aceptada de disconformidad es el bolsillo. Si me gusta, pago. Si no me gusta, al año siguiente me doy de baja.

La reciente huelga de animación ha colocado un peldaño mas en la escalada del Atlético de Madrid en el fútbol moderno. Las criticas hacia quienes no soportan más mentiras y engaños de quienes manejan su club de espaldas a su gente son bochornosas. Como si una parte de la grada tuviese la obligación de dar colorido y animosidad a cada encuentro. Como si hubiese una relación contractual de por medio que atara las voluntades de algún sector y lo convirtiera en esclavo del sistema circense en el que se ha deformado el fútbol.

Observándolo desde el prisma de lo deportivo, muchos no entienden esta medida con el equipo jugándose la clasificación para Champions. Como si gran parte de esta plantilla no hubiese ganado una Liga con los estadios vacíos. Como si una buena parte de la masa social no firmara ante notario renunciar a cualquier competición europea a cambio de recuperar su emblema tradicional. Como si en algún momento de nuestra historia hubiésemos necesitado del calor que da el metal para poder definirnos. Como si el Atlético de Madrid no fuese algo que trascendiese por encima de resultados.

Requeijo resume bien esto en su libro: “Fomentar el futbol como un espectáculo que culmina con el pitido final por encima de la adhesión inquebrantable a unos colores moldea un consumidor-cliente líquido, que con toda seguridad se cansará pronto.” Algunos ya nos hemos cansado de que nuestro sentir sea ninguneado. Otros lo harán pronto, cuando la moda empiece a quedar anticuada.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: Marcos Martín

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1 Comentario

  1. La foto de cabecera de este artículo está bien traída, es la de una chavala enfundada en la bandera atlética ,al aire libre, pero con el ridículo bozal en la boca. Ese estúpido trapo, absolutamente inútil para prevenir ningún contagio de ningún virus, ni de bicho imaginario alguno, y que impide a las personas respirar con normalidad, obligándolas a inahalar una y otra vez sus deshechos respiratorios, y poniendo por tanto en riesgo su salud, ha sido el instrumento de control y sumisión total con que los psicópatas globalistas nos han atormentado durante 3 años (a quien se haya dejado, que muchos nos deshicimos de ella en cuanto nos percatamos de la farsa ) y que junto a la pertinaz campaña de propaganda permanente del miedo, propalado a todas horas por los mass mierda, controlados por los dueños de todo, ha sido también el delirante símbolo de la dictadura total a la que nos quieren abocar. Pues en este estado de cosas, por si alguno anda flaco de nemoria nos secuestraron a cientos de milĺones ilegalmente (valga la obviedad) en nuestras casas, impidiéndonos el elemental derecho a movernos libremente, además de arruinar deliberadamente a tantísimos, y la sociedad fue machaconamente animada a inocularse una terapia génica experimental, perfectamente inútil, que ha matado a más de 80.000 personas y causado más de 6 millones de efectos adversos,la mitad de ellos graves,según el Eudravigilance y el Vaers (sistemas de seguimiento de incidencia de medicamentos y vacunas europeo y americano respectivamente, que reconocen que solo entre un 1% y un 10% de los casos son efectivamente reportados, así que es fácil calcular la monstruosa magnitud de la escabechina) llevándose por delante la vida y las carreras también de multitud de deportistas profesionales y aficionados, en este estado de cosas, digo, los tejemanejes de los sinvergüenzas que controlan el cotarro del fútbol, y de nuesto Club en particular, no es exactamente cansancio lo que me provocan, sino asco y bastante prevención. No olvidemos que el majadero de Cerezo fue una de las furcias mediáticas que se prestó a convencer a la pobre gente incauta y desinformada a chutarse el matarratas transgénico contra una supuesta nueva enfermedad con un ridículo indice de letalidad del 0.034%. Por eso, y por la ignominia de convertir el estadio en vacunódromo oficial, debería ser juzgado este individuo, y tantos otros, por crímenes contra la humanidad. Al lado de eso, el «crimen» contra la camiseta de este año ( a mí, lo del escudo nunca me ha afectado) en los anales ya del feísmo más desaforado, que si luce horripilante de lejos o en la tele, cuando la ves en una tienda a medio metro,lo que dan es ganas de repudiar a tu Club para siempre, o los chanchullos económicos, ya, sinceramente, me dan casi lo mismo.

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