Cachitos y el Atleti

El último partido del 2021 contra el Granada me ha dejado la moral en un punto tan bajo, que lo único que me apetece escribir del Atleti son cartas de suicidio. Tan hundido de ánimo, que si tras remontarnos el encuentro hubiese intentado redactar una crónica, me habría salido algo tan animado como las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Y no porque este haya sido un mal año, se ha ganado una Liga, nada menos, sino porque con los últimos encuentros he constatado que este Atleti ha cambiado.

El nuevo plan de educativo va a robar a los estudiantes la experiencia de disfrutar de un repetidor en tu curso. De ese recién llegado que aparece de improviso al inicio, con algún año más de bagaje, y que a esas alturas equivale a medio doctorado. Ese tipo que ya ha encendido algún cigarrillo cuando tú todavía disfrutas con los Playmobil, y que cuando se divierte con las niñas lo hace con juegos muy diferentes. Aunque no ha sido a causa del Ministerio de Educación, en principio, el mayor cambio del Atleti es que adolece de esa figura. Del futbolista que lidera al equipo dentro del campo y tiene el carácter para ser el primero en presionar al árbitro, levantar el ánimo o encontrar de madrugada un prostíbulo abierto. Por ahí comienzan los cambios.

Cuando en los partidos sopla el viento en contra, el Atleti echa en falta a esos veteranos con personalidad y liderazgo, que se conviertan en columna vertebral y sujeten al equipo en el campo. Suárez o Griezmann carecen de ese carácter y así el equipo ha evolucionado a una versión diferente, con más registros, talento y recursos, pero alejada de aquel grupo que suplía con trabajo y orgullo las carencias. Seguramente habrá una mayoría que agradezca esta versión del Atleti que amontona jugadores ofensivos, pero seguimos quedando un reducto que añoramos la antigua versión del Atleti de Simeone. No porque gane más o menos, sino porque nos identificábamos con ella. Esa que contenía victorias por la mínima y sufrimiento, goles a balón parado y un once inicial plagado de jugadores como Gabi, Raúl García, Costa o Godín, que jugaban al fútbol igual que podrían ser miembros en la rueda de reconocimiento de cualquier comisaría. Jugadores con el temperamento suficiente como para que en jugadas comprometidas los árbitros temiesen que entrasen en la sala VAR pegando una patada en la puerta, antes de coger por la pechera a cualquiera.

Existen muchas clases de fútbol pero, antes de lapidadme, dejadme que yo prefiera la que se aleja del que practica el Atleti ahora. Más que por gusto, por principios: nunca hice un trabajo que fuese voluntario, siempre habría firmado un suficiente antes de cualquier examen y jamás llegué cinco minutos antes de lo estrictamente necesario. Cada uno tiene sus gustos, pero el uno a cero y replegarme cerradito atrás, incomodando al rival, es una táctica y también un modo de vida que algunos utilizamos igual para el futbolín, las discusiones con nuestra pareja o al sacar el número en la carnicería.

Por eso, cuando esta noche muchos se pongan nostálgicos con el Cachitos de TVE, yo lo haré con los vídeos de Youtube de los últimos años del Atleti. No con las mejores jugadas, sino recordando los partidos ásperos y pendencieros. Porque no necesito que pasen los años para echarlos ya de menos.

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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1 Comentario

  1. El Atleti llevaba camino de la excelencia defensiva y estuvo a punto de alcanzarla en 2016.
    El engranaje defensivo era tan eficaz que los rivales ni siquiera disponían de ocasiones de gol, se limitaban a circular el balón por el centro del campo como buenamente podían, cualquier centro al área se topaba con un frontón de la marca Godín-Giménez.
    Era un juego que desesperaba al rival y también a la Caverna mediática que veía como jugando así, se le podía subir a las barbas a su equipo patrocinado, por eso no dudó en calificar al Atleti como equipo violento, equipo sin fútbol, equipo que no propone juego y demás majaderías.

    La frase: «Hay equipo para jugar mejor», está cargada de veneno y también caló en parte de la afición, que le reclamó a Simeone convertirse en Guardiola y dirigir otro «dream team», esta vez rojiblanco.

    El sistema era adecuado para disputar con los poderosos pero, faltó ese espíritu feroz para alcanzar la excelencia, ese espíritu al estilo de Glasgow, ese que precisamente le otorgó la Caverna de manera tendenciosa. De haber existido, la final de ese año en Milán hubiera tenido que ser suspendida por superarse el límite de expulsiones en el Atleti.

    Feliz año a todos.

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