Son de sobra conocidas las fotos de Arbeloa con la camiseta del Atleti ya siendo adolescente y como decía la portada del fanzine del Frente Atlético años atrás, uno puede cambiar de mujer, de sexo, de religión, pero lo que nunca puede cambiar es su amor por el Atlético de Madrid.
Por cosas del destino profesional Arbeloa acabó vistiendo de blanco, pero cuando con 15 años uno es del Atleti nunca deja de ser del Atleti y el resquemor por no poder estar en tu casa es evidente. Arbeloa tiene obsesión con el Atleti.
Lo primero fue romper el pacto de no fichaje de canteranos. Un pacto que no surgió porque ambos equipos se llevaran bien ni mucho menos, sino que fue una manera de protegerse ante el mercadeo que los representantes hacían con los chavales de la cantera haciendo prácticamente subastas ofreciéndoselo a un equipo y a otro.
Para que los niños no se convirtieran en un negocio para los agentes ambos equipos decidieron que no se tocarían los futbolistas de uno y otro club, pero dos años, con las categorías inferiores del Atleti ganando todas las categorías llevaron el año pasado a Arbeloa a pedir que rompieran el pacto y ficharan a Fortea. No puede soportar ver al Atleti ganarle.
El domingo en el derbi de juveniles volvió a verse su resquemor contra su verdadero equipo. Desde los primeros instantes estuvo obsesionado con el banquillo del Atleti, seguramente por la rabia de no poder estar sentado en él, con comentarios constantes a los integrantes rojiblancos.
Al final la cosa explotó y Torres tuvo que ponerle en su sitio. No es quizá la mejor imagen de Fernando, pero la paciencia tiene un límite