Si algo tengo claro, es que de un partido no hay que marcharse sin que el árbitro pite el final, ni de un bar hasta que quiten la música y enciendan las luces. Cuando la cabeza y el instinto piden marcharse, en ese preciso momento, es cuando hay que elegir quedarse. Y que abandonen el barco los que no creen.
Con los traspiés frente al Éibar, Cultural Leonesa y Leganés, muchos atléticos decidieron bajarse del barco y desahuciar cualquier ilusión. Dudaron de todo, de los jugadores, del sistema y, aunque suene a broma, hasta de Simeone. Y suena ridículo, porque en el Metropolitano hay más base para dudar de la Ley de la Gravedad o de que la Tierra es redonda que del argentino. Pero en el fútbol o los matrimonios cuando se instalan las dudas no hay sitio para las convicciones. Ni con todo el rédito que acumulaba el Cholo le bastó para librarse de las deserciones en su fe.
Otro barco del que muchos se han bajado con el tiempo es el de Ángel Correa. Le fichó el club muy joven, con la esperanza de encontrar un nuevo Kun Agüero con parecido talento y más lealtad. Pero llegó a esa edad en la que un jugador lo mismo puede acabar ganando un balón de oro que en una mara de Centroamérica. Entre la operación de corazón que le tuvo un año en blanco, su acomodo en una nueva posición en la banda derecha y la intermitencia de su juego, parte de la grada poco a poco fue perdiendo la fe en él. Pasaba por ser un jugador talentoso, pero dejaba la sensación en cada partido de que lo mismo podría hacer una genialidad, que sacarte de quicio, sin la constancia suficiente para afianzarse en el equipo. Con una tendencia a tomar decisiones equivocadas en los partidos que fuera del fútbol le habría mandado directo a la cárcel. Fue decisivo para sentenciarle aquella jugada fatídica frente a la Juventus, que le dejó este verano con pie y medio en Milán. Pero perdió el billete, resistió en el equipo, y la realidad hoy por hoy es que Angelito es la mayor baza ofensiva del Atleti por sus goles y asistencias. Se ha convertido en ese amigo que aparece por sorpresa, cuando el bar está a punto de cerrar, y te transforma la noche en una de esas madrugadas que lo mismo acaba en un after, en un prostíbulo, que en una comisaría. Seguirá teniendo sus detractores, pero jugadores así son puro ADN atlético.
Diego Costa ha vuelto tras su operación. Ha pasado la treintena, se le acumulan las lesiones y arrastra cara a puerta una de esas rachas que en el trabajo, en un casino o el amor le costaría la ruina. Está justo en ese punto en el que muchos se bajan del barco del hispano brasileño. En ese momento, en el que los atléticos debemos tener la cabeza fría y asumir que con esa edad, tantas muescas y esos números, sólo cabe apoyarlo sin resquicios. Que sean otros los que abandonen.
29 febrero, 2020
l primero que se bajó del barco de Correa, fue el Cholo. Qiso traspasarlo al Milán, pero este equipo no dio lo que el club pedía, sino ya estaría fuera. Así que no vendamos motos, y démosle a cada uno lo suyo. El Cholo no es ningún santo, y al atlético no le ha dado nada gratis, al contrario el club le dio mucho a él, por muy ppoco.