Escrito Por José Luis Pineda on Feb 26, 2023 | 2 Comentarios

Tengo que reconocer que es aburrido escribir siempre de lo mismo, se hace difícil encontrar un enfoque atractivo para contar la historia repetida en bucle. Ya los partidos contra el Madrid uno los visualiza casi sin poder contar el juego, ni hablemos de fútbol, solo pendiente de en qué momento las fuerzas estelares se conjugarán para inclinar la balanza para el lado adecuado. El Atleti acudía al Bernabéu en partido de Liga con las heridas sufridas en el atraco de la Copa sin cicatrizar y para que no hubiese ningún tipo de equívoco, el comité designó a Gil Manzano para ese partido. Al colegiado no le importó en absoluto sentirse observado, bien al contrario, pareciera que se esmeró en que quedase clara su parcialidad. El partido se jugó a su ritmo desde el principio, sacó ridículas tarjetas a Koke y Llorente, mandó al limbo una mano en área madridista, ya saben el cuento de las interpretaciones, realmente no sabemos ya lo que es mano o no con la excepción de si va a la contra del Madrid, ahí no hay duda posible, todo es claro y meridiano.

El Atleti estaba resistiendo bien a todo eso, no se desarmó ni se descompuso, sujetó bien a Vinicius, se desplegaba con alegría en cuanto tenía la oportunidad. Simeone movió el banquillo para buscar el partido y entonces el árbitro dijo que ya estaba bien de tanta tontería, sacó tarjeta roja a Correa en una acción inverosímil en el centro del campo. Cuesta entender la roja, si no se hace desde la perspectiva de la corrupción arbitral, porque no hay error posible en una jugada así, no hay interpretación posible, solo puede haber vergüenza. Vergüenza de ese colegiado, vergüenza también del videoarbitraje, que no tuvo la dignidad de hacer revisar esa jugada que estaba viendo el mundo entero. Vergüenza del comité, del sistema, que enseñan sin rubor jornada tras jornada las costuras de una liga podrida por dentro pero también ya por fuera.

Con uno menos y media hora por delante, el Atleti sacó la raza, el coraje y corazón que le ha permitido durante tantos años competir a la sombra de esta vergüenza permanente, sacó todo aquello que le ha hecho ser lo que es: la dignidad, la rebelión contra la injusticia, las fuerzas para luchar y no rendirse aunque sepas que la batalla está perdida. Sacó todo eso y el equipo se juntó y no pareció que tenía un jugador menos jugando contra un equipo que jugaba con un agregado más: el colegiado. En el setenta y cinco, Giménez remató un balón parado que le sirvió Griezmann y en Madrid se oyó el grito furioso de los que no se resignan a ser una comparsa, el grito ronco de un gol que representaba mucho, que significaba mucho. En medio del silencio del derbi, la mitad de Madrid gritó el gol de la verdad, de todos aquellos que llevan la bandera de los desposeídos.

Después, tocaba resistir, y el Atleti resistió, alejó al Madrid de su área, doblegó esfuerzos, suplió defensivamente la trágica ausencia de Reinildo, que va a perderse la temporada por una lesión de gravedad sufrida en la primera mitad. Aguantó, y solo otro balón parado, otro cabezazo de Álvaro, un canterano del Madrid que había salido a la desesperada, le aguó la fiesta completa.

Fue una gesta no perder en un escenario así, con un atraco tan evidente, tan a las claras, sin rubor, casi telegrafiado con días de antelación. Fue una auténtica gesta seguir mostrando a todos que el Atleti es la imagen de la resistencia contra la putrefacción de siempre. Un punto que vale mucho más que un punto. Un punto para para poner la voz en la vergüenza.

Foto: atleticodemadrid.com