Era un partido sin historia, el Atleti ya siendo cuarto, sin poder ser tercero ni tampoco quinto, la Real con su plaza de Europa League asegurada, sólo estaba aquello de la responsabilidad del escudo y en el caso del Atleti ni eso, pues era un partido en el que se despedía uno que la mayor parte de la afición ha considerado ilegítimo. Un partido para cerrar el año sin nada en juego, solo la honrilla, el honor, el intentar que la gente que fue y que la gente que lo siguió por la televisión no se quedase traspuesta a la hora de la siesta.
Simeone puso un once reconocible en el que tal vez lo único interesante fue que Vermeeren fue titular. El muchacho no ofreció mucho ni poco, se le ve voluntarioso, con buen toque, a veces impreciso, a veces un tanto trotón, pero es pronto para juzgarlo, se le ve sobre todo muy bisoño, con una cara muy belga y un nombre con tantas e que si lo piensas, puede que tenga una historia, una sola vocal, cuatro e, qué cosa más rara.
Se adelantó pronto el Atleti en una contra fulminante, De Paul al espacio para Llorente y éste al centro del área para que Lino llegase al segundo palo y empujase con la derecha. Otro gol para el brasileño, que parece una de las apuestas seguras de futuro. Después, sesteó el equipo como sestearon todos en el sofá, medio dormidos mientras la Real empujaba con todo lo que tenía, metía al rival atrás, como antaño, todos juntitos a dos metros del área defendiendo acometidas que apenas crean peligro, pero que dan la sensación de que el partido se puede empatar en cualquier momento, pero no se empató, llegó el descanso.
Tras la reanudación, más de lo mismo, una historia sin historia, un partido que ya se empezaba a romper por el cansancio y porque los que entraban frescos querían reivindicarse un poco. Un carrusel de diez cambios, media plantilla fuera. En el Atleti entraron Riquelme, después Morata, Hermoso y Saúl y por último Reinildo. Cada uno aportó lo suyo, Morata otra jugada calcada la de Dortmund, para que la gente despertase de la siesta como el que se despierta de una pesadilla. Saúl se fajó en defensa, en exceso tal vez, porque estuvo poco tiempo en el campo, dos amarillas y expulsión y Riquelme le puso a Morata una pelota en profundidad con el tiempo ya cumplido y le brindó el quite del perdón. El centro delantero puso un pase para que Reinildo rematase a placer el gol que sentenciaba la victoria.
Terminó una temporada que no deja contento a casi nadie, y eso es que la exigencia está alta. Adiós al escudo llamado logo y adiós también al Profe Ortega, alguien que con aciertos y errores entregó su vida por el club, honró y defendió el escudo y con esa misma moneda debe ser despedido.