Una goleada histórica

El Atleti quiso hacer honor a la histórica ciudad que visitaba, y que no suele ser parada frecuente en estas rutas europeas, y endosó al Spartak de Praga una goleada nunca antes vista a domicilio por la parroquia colchonera en Champions. Fueron seis goles sanadores que sirvieron para equilibrar los desastres de Lisboa y Lille y que vuelven a poner en positivo el gol-average y a allanar el camino europeo, que se había llenado de maleza después de la derrota con los franceses en el Metropolitano.

El partido fue un monólogo rojiblanco (ayer de gris) de principio a fin. Desde el primer minuto los de Simeone tomaron el mando, encerraron a los checos atrás y comenzaron a madurar lo que terminaría deviniendo en una goleada sin precedentes. Lo hizo con Koke y Griezmann en el banquillo, volviendo a un cuatro cuatro dos con Barrios, De Paul, Gallagher y Giuliano en el medio y los dos delanteros, Julián y Sorloth, en punta. Los laterales fueron para Llorente y Javi Galán y Giménez y Lenglet formaron como pareja de centrales.

Abrió el marcador Julián con un tiro libre ejecutado magistralmente desde la derecha y todos se preguntaron cuánto tiempo llevaban si ver un gol de falta directa del Atleti. El Atleti no se conformó, sabedor de que son muchos los partidos en los que ha transitado en el alambre y siguió atacando, empequeñeciendo cada vez más a su rival. Así hasta que Llorente marcase sin querer: metió un centro que Sorloth no alcanzó a rematar y el portero rival, Vindahl, que ciertamente no tuvo su mejor noche, se vio sorprendido y con la pelota en la red. Así llegó el descanso y en la segunda mitad, muy prontito, Sorloth dejó su sitio a Griezmann. Poco después Julián, en una jugada que arrancó él mismo en el centro del campo y que contó con la asistencia de Giuliano, hizo el tres a cero que ya resultaba totalmente definitivo para el partido.

image Una goleada histórica

Ahí se abrió otro escenario en el que, por una vez, todo también salió fenomenal. Simeone empezó a gestionar minutos, refrescó al equipo con un cambio en el que metió a cuatro jugadores de una tacada: Riquelme, Koke, Correa y Lino. Los que entraron lo hicieron con ganas y con hambre y ya en todos estaba el problema de la diferencia de goles. Marcó Griezmann el cero a cuatro y después Correa hizo otros dos tantos, a su estilo, engrosando unos números que sólo serán valorados cuando ya no esté, para cerrar un resultado abultado pero justo.

El Atleti tuvo una noche romántica en Praga, tres puntos que eran vitales, seis goles que enderezan el agujero iniciado ante el Benfica, reparto de minutos, sin lesionados, y con buenas sensaciones de todos, en el plano individual, en el que destacaron sobre todos un imponente Barrios, dueño y señor del centro del campo y Julián, un delantero que apunta a que vale tanto como se ha pagado por él, o puede que más. Pero también en lo colectivo hubo un paso adelante, salvando el nivel del rival, el Atleti supo entender la importancia del partido, de los goles, de la competición, y todo encajó como un guante en una noche a la que no se le puede poner ningún pero.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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8 Comentarios

  1. En un partido brillantísimo como el de ayer, solo cabe comentar:

    1º ¿Dónde se ha escondido hasta ahora el Atlético de Madrid?

    2º ¿Por qué se permite que los jugadores salgan borrachos al campo y no se les impone la abstinencia mientras juegan al fútbol?
    De nada sirve el mejor jugador del mundo si juega bajo los efectos de la juerga de la discoteca y el alcohol (guardado en las taquillas) en las horas previas al encuentro. Si los futbolistas no son monjes benedictinos, al menos que sean coherentes con su privilegiada profesión durante los años que sean profesionales, luego que hagan lo que les dicte la conciencia.
    Porque no se explica que el Sparta de Praga sea peor equipo que el R. C. D. Español, que el Rayo Vallecano, que el Betis, que el Lille, que el Benfica, etc.
    A ver si en unos días nos da la alegría de ganarle al equipo del odio a España y los españoles de la española ciudad de Barcelona, el de Negreira y su mafia arbitral, el de la apología del genocida Companys de odio a España y los españoles católicos y el del corrupto incitador de odio a los españoles Gerard Pique y de la RFEF de Rubiales «pobrecito Atleti».

    En fin, gracias al gran Diego Pablo Simeone por tener la humildad de rectificar, aguantar los palos y las críticas que ha recibido y que recibirá a buen seguro, como era de esperar en el mejor entrenador que ha tenido el Atlético de Madrid en toda su historia con los datos en la mano y los records que ha batido, fichajes aparte (su asignatura pendiente y la de técnicos y directivos).
    Ahora el Atlético de Madrid juega, por fin, un 1- 4- 4- 2, el sistema que le ha dado, hasta ahora, 8 títulos y con el que el esfuerzo del equipo está mucho más equilibrado, tanto en ataque, como en defensa, viéndose disfrutar a los futbolistas más jugando. Enhorabuena por la adecuada rotación de plantilla que está llevando a cabo. Que no tengamos que lamentar otro esperpento más y que no se multiplique la euforia (el año pasado también le metieron 6 al arrogante Celtic de Glasgow y la cosa terminó como terminó en Alemania).

    Ahora, entre otras muchas cosas, queda que Llorente, salvo emergencia insalvable, que por favor no juegue de lateral derecho, sino de interior con un lateral en su banda, preferentemente Azpilicueta mientras no fichen otro mejor defensiva y ofensivamente (tipo Pedro Porro, Mingueza, etc.).
    Sorloth cada vez mejor, como Julián Álvarez. Griezmann y Koke descansados son mucho más efectivos, bien por relevarles. Galán estupendo, a pesar del penalti del domingo. Giménez, como siempre, imperial, y Lenglet muy bien también. Lo de Barrios es espectacular, menudo jugador en progresión ascendente, el nuevo Koke. Correa, como siempre, efectivo desde el banquillo, no en el desgaste del contrario. Y Gallagher aporta mucho sacrificio que el equipo agradece. Ayer, hasta el trote cochinero de De Paul pasó desapercibido, que ya está bastante bien. Matrícula de honor al equipo.

    Y, todo sea dicho, Cerezo esta vez ha estado fenomenal, pidiendo el apoyo de los que siempre atacan al Atleti, los medios de manipulación al servicio del duopolio de corrupción futbolística. Esta vez el pan no ha subido con sus palabras, bastante sensatas. Que siga así.
    Y los del Frente Atlético, fenomenal, enhorabuena por el excelente comportamiento en Praga, inundando de banderas españolas las gradas de la afición visitante y celebrando el gran partido y la victoria sin incidentes de ningún tipo ni violencia ni insultos ni nada por el estilo. Que siempre sale de ellos lo negativo, pero esta vez han estado como Dios manda, apoyando al equipo y a su patria, España, pues no hay equipo más español de carácter que el Atlético de Madrid. Los otros son lo que son, corruptos a reventar, y sus aficiones, ya lo hemos oído miles de veces, prefieren que su equipo gane otra Copa de Europa a que la selección gane otro mundial o Eurocopa. Esa es su «españolidad», su «patriotismo». Y luego dicen que el R. M. es el «equipo de España». Anda a cantar la traviata. De España son los Luís Aragonés y los Fernando Torres marcando gol en la final a Alemania y construyendo la España triunfadora que otros tratan de colgarse como medalla.

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  2. Sres administradores, como ven aqui ya nadie comenta nada desde que este foro fué invadido por la religión y la política.

    Se ve que para hablar del atleti habrá que buscar otro sitio que no esté contaminado.

    Que la tierra le sea leve

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    • El foro no está invadido por la religión y la política, solo que hay un iluminado por cristo rey que quiere hacer que los que estamos en pecado veamos la luz.

      Y respecto al partido, sigo pensando lo mismo que al principio de la temporada, al equipo le crean demasiadas ocasiones de gol y eso es señal de debilidad defensiva.

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      • Pues esa debilidad no la verías ayer, aprovecha otra oportunidad y festeja este partido.

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  3. Lo que está claro, es que jugando con un 4 4 2, el equipo ataca más. Y cuando se marca el primer gol, en vez de acularse, hay que ir a por el siguiente. El sábado, jugamos en casa de uno de los colistas, ¡a ver que pasa!

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  4. A ver señores del lavidaenrojiblanco.com:

    Ante las quejas de que el canal se está «llenando» de política y religión, si no les importa, permítanse recordad lo siguiente a todo redactor y lector del foro:

    a) El fútbol, por desgracia, está plagado de política, en los palcos, en la RFEF, en la LFP, en su publicidad y propaganda, en sus miembros (jugadores incluidos), en Vascongadas, en Cataluña y por todas partes. ES LA POLÍTICA LA QUE INVADE AL FÚTBOL DESDE HACE MÁS DE 40 AÑOS.

    ¿Es esto una desgracia? Desde luego que sí, pero es lo que millones de españoles, de modo consciente o inconsciente, culpable o ingenuo, eligieron allá por 1978 hace ahora casi 46 años y eligen en las distintas elecciones cuando van a votar (incluso en blanco o nulo). Hay política hasta en la sopa, y el fútbol no es una excepción, repito, por desgracia. Tendrán que responder todos por acudir a las urnas, una y otra vez sin enmienda y penitencia, ante Dios Todopoderoso mismo el Día del Juicio Final o el día del juicio particular, pues todo el mundo es responsable de lo que escribe, habla, hace u omite hacer, voto incluido, que respalda esta Gran Ramera de Babilonia que llamamos democracia o Estado de «derecho» (de derecho a prostituirse por un plato de lentejas, que eso es exactamente lo que es, aunque no se quiera reconocer públicamente). Nadie escapará del Juicio de Dios, Juez justo. No hay santo o santa que no nos haya advertido de ello y solo los necios desoyen las advertencias de quienes nos dicen la Verdad.

    b) El fútbol arrastra a millones de espectadores, de modo que si es un reclamo sensacional para los empresarios y las empresas, y nadie protesta por su propaganda (a veces bastante politizada con varias causas demoníacas o irreverente contra Cristo y la Virgen María), especialmente las multinacionales, los políticos no se van a quedar atrás para meter el fútbol en sus turbios manejos electorales para atraer al electorado futbolero, para engañarle, seducirle y luego atraerle al infierno, pues todo político miente, a diferencia de los santos y santas de todos los tiempos.

    Cuando España ganó la reciente Eurocopa de Selecciones se obligó a los futbolistas a acudir al Ayuntamiento de Madrid a darle la mano al alcalde que dice ser del Atleti y al Palacio de la Moncloa a darle la mano al genocida que hoy la ocupa. ¿Quién tiene la culpa de esto, el foro por permitir que se recuerde?. Cuando el Atlético de Madrid o el corrupto blanco ganan cualquier título, acuden a los balcones del Ayuntamiento y de la CCAA de Madrid, gobierne quien gobierne. Vomitivo no, lo siguiente, porque los políticos, todos anticristos, no merecen otro calificativo. No es culpa de aficionados que lo recuerden en cualquier foro, muy o poco seguido. Es tal cual. Y no se puede silenciar.
    Cuando los futbolistas eran normales, acudían a ofrecer los títulos al Sacratísimo Corazón de Jesús o a la Virgen María acompañados con enormes ramos de rosas. Pero ahora, los futbolistas parecen narcisos tatuados enamoradísimos de sí mismos, en los que Cristo no ocupa lugar alguno. Luego vendrá el llanto y el rechinar de dientes, cuando ya sea tarde.

    Aparte de esto, ¿todavía no nos hemos dado cuenta de la judía hipocresía farisea que están metiendo en el fútbol los políticos de todo signo, en los estadios con el asunto del «racismo», la «xenofobia» y la «homofobia»?
    Por supuesto que ciertos racismos (el antiespañol de Sabino Arana impune desde Iribar), ciertas xenofobias (contra los españoles vale todo insulto, ultraje y agresión) y mucha, pero que mucha, heterofobia católica (es decir, naturalidad tal como Dios creó a hombre y mujer) denominada «patriarcal y machista». Odiar a Cristo con la ideología LGTBIQ+, apuñalarle con esa ideología satánica, ególatra, narcisista y dictatorial (todo el mundo ha de arrodillarse ante los sodomitas de hoy día y, por supuesto, no vomitar ante sus prácticas de asco hasta reventar, además de aceptar sus privilegios intolerables sin rechistar o la policía política asesina al «homófobo» que ellos señalen, como Stalin señalaba a millones de «enemigos del pueblo»), ha de ser visto como normal en todo foro o conversación o estadio, en cambio, defender a Cristo de los ultrajes que se le hacen, eso tiene que ser implacablemente censurado, perseguido y exterminado. Sentencia digna de todo un sanedrín judío fariseo como el de Caifás.

    c) España es y ha sido, gracias infinitas a Dios, una nación católica desde el Santo Apóstol Santiago y la Santísima Virgen María en su advocación de Virgen del Pilar, Santísima Patrona de España, es decir, España, en su aplastantísima mayoría, ha sido católica en sus hijos durante dos milenios. Han sido desde entonces muchas las generaciones de españoles católicos apostólicos que han amado y aman a Cristo y a su Santísima Madre, a pesar de que los españoles de hoy, en no poco número, odien a casi todos sus antepasados como los judíos, viñadores homicidas, odiaban a los suyos por exterminar a los profetas y a todo enviado de Dios.
    De hecho, España es la nación más católica de la historia, la que más santos, santas, mártires, soldados de Cristo, misioneros, religiosos y religiosas en proporción a su población ha dado a la Cristiandad (hecho indiscutible) y la que más ha amado a Cristo y a María Santísima en toda la historia de los dos últimos milenios. Bien se puede decir que Cristo es conocido en los cinco continentes gracias a los españoles, que han derramado su sangre para difundir los santos Evangelios a toda criatura. No hay rincón de la tierra que no haya sido regado por sangre católica española. De eso, ninguna otra nación del orbe, en honor a la santa Verdad, puede decir lo mismo.

    Y los jugadores del Club Atlético de Madrid, muchísimos de ellos españoles e hispanoamericanos, hoy Sociedad Anónima Deportiva, por fortuna o por desgracia, propiedad de la familia Gil, de Cerezo y otros empresarios minoritarios, han sido de modo aplastantemente mayoritario católicos apostólicos como sus aficionados desde 1903. Se presignaban al salir al campo, rezaban en vestuarios y fuera de ellos, agradecían a Dios por las victorias y jamás culpaban a Dios por sus derrotas como si fueran el mal ladrón, dándole sus jugadores siempre gracias a Dios por la fabulosa oportunidad de jugar en tan insigne club de fútbol, tan sufrido y tan querido por gente honrada y trabajadora que no goza con la corrupción en absoluto.
    Que hoy día se odie insensatamente a Jesucristo Nuestro Señor como norma de la aplastante mayoría, incluso de jugadores y aficionados, no significa que haya que excluirle del fútbol, ni de las vidas de la gente, y de sus foros como si satanás tuviese únicamente voz y poder para hacer callar a todos los que no domina de uno u otro modo, por medio de sus vástagos, toda voz discrepante con su ateísmo satánico oficial o sus herejías (que, por desgracia, entre tantos periodistas se destilan del modo más insensato, como si no tuviesen que dar cuenta de ellas nunca) y ultrajes a Jesucristo, pues todo pecado es justamente eso, una puñalada en su Sacratísimo Corazón que solo los soberbios no quieren reconocer y no quieren que se les recuerde.

    ¿Tiene voz en el fútbol la Agenda 2030, la ideología de Género (con los clubes femeninos, por ejemplo), la secta satánica del calentamiento global (ecologismo asesino), alcaldes y presidentes de gobierno y de CCAA y muchas otras personalidades, y tiene que ser excluido el santo deber de todo católico, incluido el aficionado al Atlético de Madrid, de no hacer presente a Cristo en todo ámbito?¿Qué demonios está pasando, entonces?¿Qué «libertad de expresión» es esta que a toda expresión contra Cristo se le da toda publicidad a voz plena, pero la que está con Cristo, se la quiere silenciar por lo civil o por lo satánicamente criminal?
    Precisamente, bien hicieron M. A. Gil y Cerezo en encomendar el equipo a Dios y aceptar lo que este mande, aunque sea cruz (todo sufrimiento tiene sentido trascendental). El fútbol, al fin y al cabo, no es más que una sana diversión, o debería serlo, que no resuelve la vida de ningún aficionado, pero hay que evitar que pueda condenarle de uno u otro modo por idólatra o fanático, ¿o no?.

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  5. Si tan cristiano eres, ¿Porqué llamas genocida al presidente del gobierno? ¿A cuánta gente mat´ó? ¡Anda! ve a confesarte, y luego pide perdón a los que con tu lengua o pensamiento viperino, tratas de ofender.

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  6. Ahora lo fanáticos somos los demás..

    ¿quieres libertad de expersion? Muy bien, pues en un foro del atleti vamos a comentar este artículo sobre Jean paul Sartre, con dos cojones:

    «Teoría fenomenológica de las emociones y conciencia posicional del mundo»

    1.- Husserl y la «intencionalidad». Antecedentes del existencialismo de Sartre.
    Como ya lo había anticipado Descartes y profundizado Brentano, sabemos con Husserl que los actos de conciencia poseen una estructura bipolar, esto es, correlacional. Así toda conciencia queda caracterizada por apuntar a un objeto (lo percibido, lo recordado, lo amado, etc.). Pertenece pues a la naturaleza de la conciencia ser relación a otra cosa, una que la descripción fenomenológica deberá precisar. Así por ejemplo el acto de ver, aun en el infortunio de la alucinación, esto es, en el creer ver algo, o soñarlo, tiene lugar con referencia a una cosa, supuestamente presente. Igualmente, el acto de sufrir o el dudar poseen un modo propio de referirse a algo. Es precisamente esta relación a algo otro el carácter relacional o lo que Husserl llama «intencionalidad de la conciencia».

    Para Husserl la intencionalidad no es sólo intrínseca a la conciencia sino a priori respecto de su objeto, lo que supone que la conciencia se funda desde sí misma, vale decir que tanto la manifestación de su objeto como la constitución de este fenómeno –la intencionalidad– se dan al unísono en la vivencia1.

    2.- La mirada del otro; conciencia y mundo.
    Sartre tomó de la Fenomenología su principio básico, la intencionalidad de la conciencia («la conciencia es siempre conciencia de algo»); pero criticó el idealismo y el subjetivismo de Husserl. Según Sartre el «yo» no es la conciencia trascendental, sino el conjunto unitario de la intencionalidad de la conciencia que está «fuera, en el mundo», porque «es un ente del mundo, igual que el ‘yo’ de otro». Las cosas no están en la conciencia, como imagen o como representación, las cosas están en el mundo. «La conciencia es conciencia posicional del mundo», es apertura al mundo, no es el mundo. Mediante este giro reintrodujo a la conciencia en el mundo de la existencia, permitiendo que los sufrimientos y las angustias de los hombres reales recuperaran todo su peso.

    En la mayoría de la teorías psicológicas, la conciencia de la emoción se explica como si esta fuera ante todo una conciencia reflexiva, es decir como si la forma primera de la emoción –como hecho de conciencia– consistiera en aparecérsenos como una modificación de nuestro ser psíquico o, si se quiere, en ser aprehendida primero como un «estado de conciencia», lo que es un dato incontrovertible aunque irrelevante a los efectos que nos ocupan, ya que no cabe duda que siempre es posible tomar conciencia de la emoción como estructura afectiva de la conciencia y decir por ejemplo “estoy triste, tengo miedo, etc.”, pero –y he aquí nuestro énfasis– el miedo no es originalmente conciencia de «tener miedo», como tampoco la percepción de este escrito es conciencia de percibir el escrito. La conciencia emocional es ante todo irreflexiva, la conciencia emocional es ante todo conciencia del mundo.

    Esta tesis puede ser ilustrada con recurso a algunas observaciones. Es evidente por ejemplo que cuando un hombre tiene celos, y dichos celos –en determinadas circunstancias– le fuerzan a espiar por la cerradura de una puerta -entregándose a esta vergonzosa acción- volcando su ser en ello, en ese momento, los celos mismos lo constituyen tanto psíquica, como corporalmente. Sin embargo este hecho es irreflexivo, es decir, no supone todavía una toma de conciencia respecto de lo vil de aquel acto. Sin embargo cuando es sorprendido en aquella acción, es decir, cuando es visto por un otro, o más precisamente, cuando él mismo se aprehende como siendo objeto de una mirada, extraña, sólo entonces, su acto se objetiva, dado que es la mirada del otro la que da consistencia a su ser, de allí que la constitución de nuestra identidad, esto es, el ver claramente dentro de nosotros mismos, nos viene dado desde fuera, por la mirada del otro, del que nos valora, nos aprecia, nos traspasa, de allí que ya no nos resulte tan extraño que Sartre señale que el infierno son los otros, esto por la constante molestia que la presencia de los otros supone y sin embargo, no podemos pasárnoslas sin ellos.

    Así, en el momento en que se toma conciencia de los celos que nos constituyen, que nos poseen, la vivencia de los celos se ‘congela’, de tal manera que la emoción no es la toma de conciencia de esa emoción particular, en este caso los celos. A lo que se apunta es que cuando se asume una posición reflexiva se paraliza la corriente vital del vivir como se vive naturalmente una emoción.

    La constitución de nuestra identidad tiene lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que nos objeta; un otro que nos seduce y al que seducimos, al que miramos y por que somos vistos.

    Somos, en ese sentido, seres para otros y no solo por la teatralidad y el simulacro2 propios de la vida, sino por la inquisidora mirada del otro que nos constituye; en ella y por ella nos reconocemos. Así –frívolamente– reducimos todo lo real a mera apariencia utilitarista de nuestra personalidad…y ya no hay esencia o como dirá Sartre “la existencia precede a la esencia”.

    Así, el yo viene a la existencia por la intermediación de la consciencia que lo constituye para significar su propia individualidad y su propia unidad. Se trata, pues de una creación originaria. El yo se distingue, también, de los caracteres de una historia o de un relato puesto que es parte de un proceso de mi consciencia; y lo es precisamente en el sentido de que aparece solamente cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, a saber, sobre los procesos anteriores de nuestra consciencia. Cuando soy consciente de alguna cosa, no soy más que implícitamente consciente de mí. No es sino volviendo sobre mi consciencia anterior que devengo explícitamente consciente de mí, de mi yo. De esta forma, aprendo a conocerme de manera reflexiva y, por lo tanto, puedo decidir realizarme, o constituirme, como otro que el que era. Y así al infinito pues por mi consciencia yo estoy siempre en camino de mí mismo y me supero constantemente a mí mismo y no termino nunca de alcanzarme.

    3.- La conciencia emocional como conciencia del mundo.
    La conciencia emocional es ante todo irreflexiva y en este plano sólo puede ser conciencia de sí misma en un modo no posicional, es decir cuando congela la vida y deja de ser vivida como emoción.

    Sartre afirmaba que hay mundo sólo porque hay hombre. En sí mismo el mundo carece de sentido. Cuando el hombre descubre lo absurdo de lo real, su esencial contingencia y gratuidad, lo invade el sentimiento de la náusea3.

    La experiencia nos muestra que la conciencia, que es conciencia del mundo, es al mismo tiempo distinta del mundo. La ontología sartriana distingue dos tipos de ser: en sí y para sí4. Las cosas son «en sí», idénticas a sí mismas (cada una es «lo que es»). Lo «en sí» es absolutamente contingente y gratuito. Por su parte, la conciencia, que es «para sí», es «una nada de ser y, al mismo tiempo, un poder anonadador, la nada»; es «el ser para el cual en su ser está en cuestión su ser»; es «carencia de ser», que se evidencia en el deseo.

    La conciencia, que está en el mundo, siendo esencialmente diferente de él, no se halla vinculada al mundo y por lo tanto es absolutamente libre. Las cosas son lo que son; la conciencia, por el contrario, no es nada, está vacía de ser, es posibilidad, es libertad. El hombre está obligado a hacerse, no tiene alternativa, está «condenado a ser libre». El ser del hombre es su «hacerse» a sí mismo. Por ello nadie llega a ser nada que no haya elegido ser.

    4.- Teoría fenomenología de las Emociones.
    La conciencia emocional es ante todo conciencia del mundo, es estar volcado sobre el mundo y, remitiéndonos al ejemplo anterior, es ser esos vergonzosos celos que me constituían.

    La conducta es irreflexiva. No es inconsciente. Es consciente de sí misma porque se trasciende y aprehende el mundo. La conciencia se trasforma a sí misma para trasformar el mundo5. “La conciencia –señala Sartre– no se limita a proyectar significaciones afectivas sobre el mundo que le rodea: vive en el mundo que acaba de crear.”6

    Revisemos algunos de los ejemplos que nos proporciona Sartre:

    – Es evidente que el hombre que tiene miedo, tiene miedo de algo, aún tratándose de una de esas angustias imprecisas que suelen experimentarse en la oscuridad en un pasadizo siniestro. Aquí tiende a describirse erróneamente la huida con miedo como si tal huida no fuera ante todo una huida ante cierto objeto como si el objeto del que se huye no permaneciera constantemente presente en la misma huida como su tema, su razón de ser, como aquello ante lo cual se huye. En una palabra, el sujeto emocionado y el objeto emocionante se hallan unidos en una síntesis indisoluble. La emoción es una determinada manera de aprehender e mundo, una manera en que el mundo se me presenta, aunque también puede ser un intento –o un modo– de modificarlo. Aquí cabe una paradoja ya que si en los intentos de modificar o transformar el mundo se fracasa es posible y natural irritarse, de donde se puede colegir que la irritación es también una manera en que se nos aparece o presenta el mundo. Lo que aquí cabe precisar es que aún en esta operación sobre el mundo para modificarlo el sujeto no abandona el plano irreflexivo.

    Aquí debemos notar que lo que esta en juego en estos ejemplos es la tesis fundamental de que la emoción constituye un intento de modificación del mundo. En palabras de Sartre7 que «en la emoción el cuerpo, dirigido por la conciencia, transforma sus relaciones con el mundo para que el mundo cambie sus cualidades».

    Aquí es necesario decirlo, no hay mala fe, pues si bien la emoción es un juego, es un juego en el que creemos.

    La conciencia, al cree en el mundo que ha creado, se hace cautiva de sí misma. Es su propio engaño. Por ello, de acuerdo al ejemplo anterior, cuanto más se huye, más miedo se tiene.

    – Tomemos otro ejemplo: el miedo pasivo. Veo llegar hacia mí un animal salvaje. Mis piernas flaquean, mi corazón late más débilmente, me pongo pálido, me caigo y me desmayo. A primera vista nada menos adaptado que esa conducta que me entrega indefenso al peligro. Y sin embargo, se trata de una conducta de evasión. El desmayo es aquí un refugio. Pero no vayamos a creer que es un refugio para mí, que trato de salvarme a mí mismo de dejar de ver a la fiera. No he salido del plano irreflexivo: pero al no poder evitar el peligro por los medios normales y los encadenamientos deterministas, lo he negado. He pretendido aniquilarlo. La urgencia del peligro ha servido de motivo para una intención aniquiladora que ha impuesto una conducta mágica. Y de hecho, lo he aniquilado en la medida de mis posibilidades. Estos son los límites de mi acción transformadora sobre el mundo: puedo suprimirlo en tanto que objeto de conciencia pero esto sólo lo consigo suprimiendo la conciencia misma. O, al menos, modificándola: el desmayo es, en el decir de Sartre6 , el paso a una conciencia en sueños, o sea, «irrealizadora».

    – Examinemos otro fenómeno emocional: La huida en el miedo activo, la cual es considerada erróneamente como una conducta racional al interpretarla como la conducta de alguien que quiere interponer la mayor distancia posible entre sí y el peligro. Si así fuera, esta conducta no sería nada más que prudencia. Sin embargo, la verdad es que no huimos para ponernos a cubierto; huimos porque no podemos aniquilarnos en el desmayo. La huida es un desmayo fingido, una conducta casi ritual que consiste en negar el objeto peligroso con todo nuestro cuerpo, trastocando la estructura vectorial del espacio en que vivimos y creando ‘imaginativamente’ una dirección potencial de huida hacia un reducto simbólicamente inexpugnable. La huida en el miedo activo es así una forma de negar el objeto que nos acecha. Así actúan los boxeadores novatos cuando, al abalanzarse sobre el adversario, cierran los ojos: quieren suprimir la existencia de sus puños, se niegan a percibirlos y con ello suprimen simbólicamente su eficacia.

    Descubrimos de esta forma el verdadero sentido del miedo:

    El miedo es una conciencia que pretende negar, a través de una conducta mágica, un objeto del mundo exterior que aparece como amenaza, procediendo incluso a aniquilarse [a perderse] a sí misma con tal de anular la eficacia del desastre que el objeto comporta8.

    – Para terminar de ilustrar la tesis que aquí nos ocupa citaremos el caso de la tristeza pasiva, la cual se caracteriza por una conducta de postración; relajación muscular, palidez, enfriamiento de las extremidades. Quien la padece se vuelve hacia un rincón y se queda sentado, inmóvil, ofreciendo al mundo la menor superficie posible. Frente a la luz del día, prefiere la penumbra; frente a los ruidos, el silencio; frente a las multitudes de los lugares públicos y de las calles, la soledad de un aposento. «Para permanecer a solas, dicen, con su dolor». Esto o es cierto. Es de buen tono, en efecto, aparentar una profunda meditación sobre la propia pena. Sin embargo, son raros los casos en que uno está apegado a su propio dolor. Tal comportamiento obedece más bien a que al desaparecer una de las condiciones habituales de nuestra acción, el mundo exige de nosotros que actuemos en él y sobre él sin esa condición. La mayoría de las potencialidades que se hallan en el mundo (trabajo que realizar, gentes que ver, actos de la vida cotidiana que llevar a cabo) siguen siendo las mismas. Pero los medios para realizarlas, las vías que surcan nuestro «espacio hodológico», han cambiado. Por ejemplo, si me he arruinado, no dispongo de los mismos medios (auto, computador, etc…) para llevarlos a cabo. He de reemplazarlos por nuevos intermediarios (tomar el bus, escribir manuscrito, etc.) y esto es precisamente lo que no quiero.

    La tristeza tiende a suprimir la obligación de buscar estas nuevas vías, de transformar la estructura del mundo reemplazando la actual constitución del mundo por una estructura totalmente indiferenciada. Se trata, en buenas cuentas, de hacer del mundo una realidad afectivamente neutra, un sistema con un total equilibrio afectivo; de descargarlos objetos con fuerte carga afectiva, de llevarlos todos al cero afectivo, y, con ello, de aprehenderlos como perfectamente equivalentes e intercambiables, es decir, donde da lo mismo. En otras palabras, al no poder o querer realizar los actos que proyectábamos, procuramos que el universo ya no exija nada de nosotros.

    Así la herida que se acaba de sufrir, un fracaso sentimental, o profesional, tal pena o duelo que afecta nuestras relaciones con el prójimo son a menudo el desencadenante, fácilmente identificable de nuestra desesperanza vital9. Una traición, una enfermedad fatal, un accidente o cualquier desgracia imprevista que nos abruma en la constante avería de lo cotidiano- y que nos arrancan repentinamente de esa categoría que nos parecía lo normal, esto es, lo de gente normal, instalándonos repentinamente en otra vida10.

    Una vida insufrible, cargada de penas cotidianas, de tragos amargos, de desconsuelo solitario, a veces abrasador, otras incoloro y vacío. En suma una existencia sin vigor aunque en ocasiones exaltada por el esfuerzo realizado para continuarla, dispuesta a naufragar a cada instante en la muerte. Muerte venganza o muerte redención, será en lo sucesivo el umbral interno de nuestro agobio, el sentido imposible de esta vida cuyo peso nos parece a cada momento insostenible, excepto en los momentos en que nos movilizamos para encarar el desastre.

    4.- Excurso en torno a La Metamorfosis de Franz Kafka y la estructura indiferenciada del mundo.
    A propósito de estas últimas consideraciones «que el mundo ya no exija nada de nosotros», podemos establecer una relación entre este estado de tristeza pasiva – que no es más que un intento de transformar la estructura del mundo en una estructura totalmente indiferenciada– y el acontecer dramático al interior de La Metamorfosis, el reato de Kafka donde el protagonista –Gregor Samsa– un vendedor viajero, una mañana, tras un sueño intranquilo, se encuentra en su casa convertido en un insecto11. La historia que sigue es la narración de los aparentes esfuerzos de Samsa para ajustarse a su nueva y extraña condición, la que paradojalmente le exime –al imposibilitarlo– de responder a las obligaciones propias de su condición de «pequeño burgués», agravada por el peso de ser el sostén de su familia, de sus padres y demás parientes, los cuales actúan al comienzo con preocupación (al prever que esta condición medirá al joven Samsa mantener la solvencia del hogar) y más tarde con indiferencia, crueldad y olvido. Gregor Samsa, en tanto, se distancia ‘mágicamente’ de las obligaciones que un mundo exterior en pleno orden y fiel a las exigencias que el establishment consagra, se esfuerza en satisfacer las demandas encarnadas por el jefe que aparece a certificar los trámites que forman parte un implacable protocolo, un último gran rito preservador de la normalidad. Pero Gregor Samsa está en las penumbras de sus «zozobras metafísicas» paralizado, en un estado de indiferencia habiendo neutralizado al mundo de sus exigencias.

    Finalmente, y a modo de síntesis es necesario precisar la noción sartriana de la emoción. Podemos preguntarnos cómo surge la emoción y paralelamente con ello en qué consiste una emoción. Podemos responder que la emoción es una transformación del mundo cuando los caminos trazados se hacen demasiado difíciles o cuando no vislumbramos caminos ya no podemos permanecer en un mundo tan urgente y difícil. Todas las vías están cortadas y sin embargo hay que actuar. Tratamos entonces de cambiar el mundo o sea de vivirlo como si la relación entre las cosas y sus potencialidades no estuvieran regidos por unos procesos deterministas sino mágicamente o bien por la posibilidad de ser construidos por nosotros o reconstruidos. No se trata de un juego, nos vemos obligados a ello y nos lanzamos hacia esa actitud con toda la fuerza de que disponemos.

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