Una buena puesta al día

Llegó la hora de ponerse al día. Era muy necesario porque durante toda la Liga el Atleti ha navegado en una sensación de irrealidad, con los peligros que eso acarrea. De un lado, los rivales se sentían más cerca de lo que realmente estaban, porque en pos de una persecución, a nadie le interesa fijarse en lo que está pendiente. Del otro, el equipo podía construir una falsa confianza, dejando su margen a expensas de unos puntos que faltaban, pero que todavía no estaban ganados. Por fin se iguala el Atleti tras su victoria frente al Athletic y ahora sí, su diferencia es la que es. Con veintiséis jornadas disputadas, el Barcelona lo persigue a seis puntos. El Real Madrid, a ocho.

Una diferencia notable que no fue regalada por los vascos, pues el Atleti sufrió horrores para poder doblegar un partido que empezó bien y se torció en seguida. Sacó Simeone el once que todos desean, el 5-3-2 con Carrasco y Trippier en los laterales y Joao como acompañante de Suárez arriba. Los primeros quince minutos fueron muy buenos con matices. Circulaba rápido el Atleti jugando en campo contrario, presionaba alto, recuperaba rápido, fluía el juego hasta que llegaba a los dominios del área, donde todo se espesaba, se volvía lento y nadie conseguía atisbar la referencia de Unai Simón. Todo cambió súbitamente cuando en una jugada aislada, pase interior a Williams que apura línea de fondo, sirve atrás y Muniain, cayéndose, rematando en semifallo, descoloca a Oblak y pone al Athletic por delante. Era el minuto veintiuno y el partido se transformó en uno bien distinto.

El Atleti desapareció, fue como el golpe que tumba en la lona al boxeador y nubla su visión del mundo. Mira hacia arriba y solo escucha el rumor de un tipo que cuenta los segundos que le quedan para perder, de cuando en cuando, entre la niebla, ve a quien le ha golpeado en pie, esperando levantar los brazos, erguido, fuerte, invencible. El gol recolocó al equipo de Marcelino y lo convirtió en un gigante. Ajustó su presión ofensiva, adelantó las líneas hasta llevar el partido al terreno rojiblanco y se adueñó del balón. Empezó a tocar con una facilidad pasmosa, el Atleti corría con los brazos caídos, perseguía sombras y se desesperaba con las posesiones largas, precisas, a un toque, de su antecesor bilbaíno. Pero el boxeador noqueado no se dejó ir del todo, puso oído al rumor lejano y escuchó el siete, el ocho, el nueve y justo cuando los labios del árbitro ya parecían contar el diez apareció Lemar en el área para colocar un centro llovidito de zurda que agarró Llorente como un ciclón. Entrando desde atrás, el madrileño cabeceó uno de esos goles que Simeone gritó hasta la desesperación, sabedor de su importancia. Era el final de la primera parte y el boxeador acababa de ponerse en pie de nuevo.

En la segunda mitad, el Atleti salió a por el partido y a los cinco minutos encontró de nuevo a sus dos jugadores más decisivos. En una jugada calcada a la del gol en el derbi, Llorente puso un balón para que Suárez corriese al interior del área. Demasiado escorado para intentar el disparo, el delantero uruguayo recortó a Unai Núñez, que se comió el amague y acabó cometiendo penalti. El pistolero agarró la pelota cruzó a la izquierda y puso a su equipo por delante. El boxeador noqueado no sólo estaba en pie, sino que acababa de golpear duro para dejar grogui al rival.

En toda la segunda mitad el Athletic no tuvo opción. Apenas un cabezazo en un balón colgado sobre el final. El Atleti adelantó líneas para defender lejos de la portería de Oblak y en esa fase del partido destacó un nombre: Yannick Carrasco, que una y otra vez llegaba al área contraria, buscando siempre un amague, un pase, un tiro. Por ahí pudo venir la sentencia, también por el otro costado, con el enorme despliegue físico de Llorente, que acabó exhausto. Salió Joao, que estuvo castigadísimo durante todo el partido por las faltas de los rivales y Simeone fue poblando la medular con Torreira y Saúl primero y con Kondogbia después. Esta vez resultó y para el Athletic el partido ya no fue sino el lamento de aquel tiempo en que tuvo al gigante en la lona.

El Atleti ganó, pero para hacerlo tuvo que regresar de la niebla, lo hizo a los lomos de dos jugadores diferenciales: Llorente y Suárez, pero también de la mano de un equipo sólido y solidario, un equipo que supo resistir cuando estaba muerto, para lograr un colchón impensable a estas alturas del campeonato. Siguiente estación: Getafe.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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