Un campeón del mundo en Cardassar

Este nuevo formato de Copa es tan bello que permite ver a un campeón del mundo en un campo de hierba artificial de un pequeño pueblo de las Islas Baleares. Sant Llorenç des Cardassar recibió al Atlético de Madrid con la ilusión de quien vive un día de ensueño. El pueblo se levantó como cada mañana con sus quehaceres, el carpintero a la carpintería, el camarero al bar, los repartidores a repartir y a la tarde, en el campito donde se lleva a los niños a jugar, estaba Simeone dando gritos que se escuchaban desde el pueblo de al lado.

Porque para Simeone tanto da San Lorenzo que Múnich, Liverpool o Moscú, y una buena prueba es la alineación que formó de inicio: Gbric, Ricard, Hermoso, Felipe, Lodi, Kondogbia, Torreira Saúl, Correa, Lemar y Vitolo. Estos partidos tan desequilibrados siempre sostienen la emoción hasta que llega el primer gol del equipo grande. Hasta entonces, los futbolistas del Cardassar vivieron su sueño, compitieron contra los millonarios jugadores colchoneros de tú a tú, defendiendo cada palmo del terreno, que era el suyo, poniendo sobre la mesa su amor por el fútbol para compensar el dinero del negocio. El gol lo hizo Lemar, el campeón del mundo y también el mejor del Atleti, en el minuto veinticuatro, con un derechazo ajustado desde la frontal.

Con el marcador ya resuelto, estas eliminatorias se convierten para el grande en un observatorio general del estado de la plantilla, se puede ver a los que quieren aprovechar la oportunidad, a los que la aprovechan, y también a los que no. Así, al portero apenas lo pudimos ver, pues el Cardassar no se acercó por sus dominios. La defensa, excepción hecha de un error grosero de Felipe en el inicio, estuvo bien, concentrada. Destacó Ricard, el lateral diestro del filial, que debutaba y metió un golazo a pierna cambiada que hizo de convirtió esa noche en un remoto pueblo de Mallorca en inolvidable para él.

En el medio, Torreira y Kondogbia anduvieron bien, también muy metidos, con ganas de jugar esos minutos, sin importarles lo incómodo del césped, el vestuario o la ducha. Hicieron una buena dupla, el uruguayo asistía, el centroafricano llegaba y ambos, como en una dinamo bien engrasada, trabajaban sin descanso. Falló Saúl, que parece sumido en una depresión futbolística que lo aleja mucho de la mejor versión de sí mismo. La que todos esperan.

Arriba estuvo Lemar muy activo también, confirmando la buena línea que viene demostrando las últimas semanas. Se movió por todo el frente, combinó, regateó, hizo el gol, pudo hacer otro muy claro y asistió cuanto pudo. Correa tal vez recordase los campitos bonaerenses donde se curtía de chaval y jugó también un partido bueno, vertical, girándose con vértigo, intentando siempre generar peligro. Y luego estuvo Vitolo, que hizo un partido nefasto, impreciso, trotón, sin pase, sin desborde y lo que es peor, sin ganas.

Con la eliminatoria resuelta también entraron Saponjic, por fin Saponjic, al que sigue siendo muy difícil valorar, Camello, que tuvo un remate a bocajarro que se estrelló en Ángel, el portero mallorquí, Sanabria, un prometedor sub23 uruguayo que no terminó de mostrar su calidad y Vrsaljko, que por fin tuvo unos minutos para ir entrando en la dinámica y acabó anotando el tercer gol a pase extraordinario de Torreira.

Durante todo ese carrusel, el Cardassar no se fue nunca del partido, compitió con la dignidad con la que el carpintero, el camarero, o el repartidor, estuvieron por la mañana ganándose el jornal antes de ponerse la camiseta a la tarde para vivir el sueño de sus vidas. Enfrentar a un grande, poder vivir el espejismo que a veces nos ofrece el fútbol.  Aunque sea de una manera efímera nos iguala, nos enseña que lo que nunca hubiéramos imaginado, sucede de verdad.

Foto: atleticodemadrid.com

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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