El Atleti volvió a reeditar el sufrimiento innecesario de hace apenas siete días en Vallecas, en un partido en el que debió endosar una goleada escandalosa al Almería y en el que terminó pidiendo la hora y siendo salvado in extremis por el VAR al demostrar el fuera de juego en una jugada más que polémica en la que pudo haber penalti por manos de Giménez.
Fueron los últimos cinco minutos angustia y desesperación, pensar que podían irse dos puntos de un partido donde el Atleti fue superior del minuto uno al ochenta de una manera escandalosa, pero qué es el Atleti sino esto: emoción, zozobra, precipicio. Abrió pronto el marcador Griezmann rematando a gol la prolongación de correa en un córner. Con el 1-0 el Atleti dio un recital ofensivo. Comandados por el principito y un Koke más vertical en la medular, el Atleti buscó continuamente el uno a uno de Carrasco, que hizo un partido formidable, generando rupturas continuamente por su costado. Buscando también el vértigo de Correa, que desequilibraba en cada recepción de espaldas, y tuvo en su mano el dos a cero en un intento que hubiese sido el gol de la temporada, porque dribló de un toque mágico en el interior, e intentó el remate con un rabona que se le fue arriba. Dejó la foto de un agrada entera con las manos puestas en la cabeza.
Fue también Correa quien con una pérdida evitable en el centro del campo propició el gol del Almería, la pelota le cayó a Leo Baptistao que se internó en el área algo escorado y prácticamente sin opciones, pero su disparo se envenenó en el rechace de Giménez y así se produjo un inesperado empate que hacía una pausa en la fiesta. Reaccionó rápido el Atleti, que antes del descanso volvió a cobrar ventaja con una de los estereotipos generados en cuarenta y cinco minutos de fútbol ofensivo: desborde de Carrasco y centro que ahora sí, encontró a un Griezmann rotundo para conseguir su doblete.
La segunda mitad puede resumirse en un carrusel ingente de ocasiones, todas ellas detenidas por Fernando y los palos, que repelieron el gol hasta en tres ocasiones. Simeone sacó a Correa para dar entrada a Morata y el equipo fue paulatinamente empeorado dado que el delantero madrileño no parecía tener su tarde. Fallón en los controles, en las combinaciones, en los desmarques, no dio ni el respiro ni la transición ni el remate que se esperaba de él. Más tarde entró Barrios pero el partido ya había entrado en la fase del miedo, el que te acecha cuando no has sido capaz de convertir una ocasión entre decenas para matar el partido y llegas al final tan cerca de un rival que pareció estar tan lejos. Tocó defender pelotas colgadas, sortear al VAR y respirar por la prolongación de estar racha maravillosa que mantiene la pugna por la segunda plaza. En el horizonte, el Camp Nou.
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