Todos esperaban una salida complicada en la lucha por la tercera plaza pero el Atlético volteó el guión en el minuto dos. Salió al partido con una intensidad a la altura del objetivo y de la idiosincrasia que implanta su técnico. Gameiro, que regresaba a la titularidad, embocó a gol un pase medido de Saúl por la izquierda y acabó con el partido casi antes de que hubiese empezado.
Simeone, tan poco amigo de las rotaciones, sólo dio cabida en el once a Lucas por la baja por sanción de Godín. El gol tempranero espoleó a los colchoneros que aprovecharon la duda en la que vive Las Palmas, y en el minuto quince volvieron a golpear de nuevo, esta vez el ejecutor fue Saúl, que cabeceó a la escuadra en la salida de un córner. Casi sin tiempo para celebrar, Gaitán, que se asienta como sustituto para suplir la baja de Carrasco e hizo un partido interesante, sobre todo en los minutos en los que se desplazó al medio y enganchó la media punta, filtró un pase maravilloso para que Gameiro se reconciliara con el gol al más puro estilo del nueve que el Atlético necesita: velocidad al espacio y definición precisa. Era el minuto dieciocho y los del Cholo vencían cero a tres a Las Palmas.
El equipo insular no tuvo aliento para la reacción. Con el tercer gol el partido estaba finiquitado y apenas quedaba ya la intriga de cuándo realizaría Simeone los cambios pensando en la descomunal semifinal que se avecina el martes. No los hizo con la premura que parecía indicar el resultado, el argentino se mantuvo fiel a su estilo de pensar sólo en el partido que se estaba jugando y se lo veía gesticular en la banda como si la contienda fuese igualada. Pero la realidad es tozuda y, con el partido acabado, el Atlético empezó a bajar el pistón y los de Setién no dieron un solo signo de recuperación. Aun así el partido dejó jugadas importantes: una en la que el maestro Jesé, que había estado muy lenguaraz, en la previa vio la amarilla por simular un penalti como acción más destacada de su juego. Otra, en la que Griezmann enseñó al mundo su bonhomía y tiró un balón fuera al ver a un rival caído cuando tenía un dos para uno con Gameiro encarando el gol. Dejó también una nota desagradable para el Atlético: la lesión de Giménez, que deja completamente huérfano el lateral derecho, tras un choque que costó la expulsión a Boateng y puso a Thomas en la posición del uruguayo. Dejó también un cuarto gol, del ghanés, que culminó una contra iniciada por él mismo y un quinto, de Torres, que había salido junto a Correa para completar los cambios y que ponía también fin a una sequía demasiado prolongada.
El Atleti venció con holgura, y ahora sí, piensa en el Madrid, en la ida de una semifinal que quedará para la historia y en la que perseguirá ese sueño obsesivo que acompaña a cada uno de los que han sufrido la grandeza de los últimos años. La próxima parada no es una cualquiera: el Bernabéu y una final al fondo del telón.
Foto: clubatleticodemadrid.com