Regreso al hogar (1-4)

El Atleti regresó a la Europa League como el ingeniero que, tras varios años de oficio, vuelve al colegio en el comenzó a estudiar. Todo parecía más grande entonces, más difícil, más relevante. Lo hizo con la dignidad del buen profesional, el que regresa al lugar donde empezó y lo mira con mimo, atrayendo el recuerdo, la convicción de que sin aquello, que antes parecía tan grande y ahora tal vez un poco menos, nada hubiera sido posible.

En diez minutos Griezmann, Correa y Gameiro podrían haber acabado con la eliminatoria porque el Atlético arrancó el partido con la necesidad de mostrar lo que ahora es, de evidenciar la diferencia, el error que lo ha traído hasta aquí. Las ocasiones se sucedían una tras otra y antes de que hubiese siquiera tiempo de lamentarse por las oportunidades perdidas, en el primer cuarto de hora, Fischer agarró de espuela un disparo en semifallo desde la frontal y dibujó la perplejidad en los rostros colchoneros y la euforia en todo Copenhague. Avasallaba y perdía. Fue apenas un espejismo efímero. Tras unos minutos de acomodo, la caballería rojiblanca –en esa noche amarilla- comenzó a cabalgar de nuevo. Dirigidos por la versión más delicada de Griezmann, esa que se descuelga y traza tiralíneas y acomoda el balón como si lo llevase prendido entre algodones, convirtiéndose en un eje perfecto sobre el que la maquinaria ofensiva de Simeone se vuelve mortífera. El empate vino pronto y a balón parado, en un cabezazo de Saúl. El restablecimiento del orden, acto seguido, en una jugada trenzada a un toque por la izquierda entre Lucas y Griezmann que Gameiro remató a la red para alimentar su confianza con el gol.

En la segunda mitad nada cambió, el Atleti tenía hambre de Europa y no le importó que fuese jueves ni que sobre Dinamarca todo empezase a estar cubierto por la nieve. Jugó y jugó con una fluidez inédita en la temporada, con Thomas canalizando las transiciones, ora horizontal, ora girando, ora vertical, con Koke en permanente asociación y Saúl de ida y vuelta. Llegó el gol de Griezmann, merecido, justo premio para un partido excelso en el que ofició de director de una orquesta que demostró que también sabe incluir el preciosismo en su repertorio. Y fue Vitolo, al final, el que redondeó un marcador que convierte la vuelta en un viaje turístico para el Copenhague, que se vio obligado a claudicar ante la aplastante superioridad mostrada por los de Simeone.

El Atleti regresó a su colegio antiguo, acarició con mimo la puerta, entró, observó y vio como todo era más pequeño de cómo le parecía, pero en seguida empezó a fijarse en los detalles. El colegio, durante un tiempo inhóspito, fue su hogar y allí, en el Parken Stadium de Copenhague, el Atlético de Madrid se sintió seguro, como se siente cualquiera que regresa al lugar en el que fue feliz.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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