El Atleti cierra el año con tres puntos de oro, imprescindibles, irrenunciables. Ganó al Sevilla uno a cero en un partido sufridísimo, en el que se pagó por los puntos con sangre y sudor. Puntos que eran absolutamente necesarios para poder seguir pensando en las cartas, en el plan, en la ilusión de todos. Es lo malo y lo bueno que tiene vivir al límite, cada partido, cada punto es una apuesta de vida y así fuer el último partido del año en el Metropolitano, noventa minutos de histeria y sufrimiento que acabaron en final feliz. Tres puntos que dejan a siete al Girona, próximo rival, y al Madrid, eterno perseguido.
Arrancó bien el Atleti, con un once repetido, en el que volvían a simultanear Riquelme y Lino en el once. El Sevilla, que anda recomponiéndose de la mano de Quique Sánchez Flores, se protegía en torno a su área y el Atleti volcaba la balanza, casi siempre por izquierda, en busca de Dimitrovic. La tuvo Morata en una pared en la frontal con Griezmann, pero no anduvo en la definición. Más allá de esa, los acercamientos fueron tímidos, el control total. La realización apenas tuvo tiempo de mostrar a Oblak, que se aburría en la soledad del fondo sur. Pero el dominio no tuvo resultado, ni en forma de goles ni apenas en el de peligro, el Sevilla se veía más confiado a medida que pasaban los minutos.
En la segunda mitad, Simeone dispuso dos cambios. Llorente por Nahuel y Correa por Riquelme. En el minuto uno, en un pase magistral por Koke, vino el uno a cero, en una internada de Llorente que terminó rematando a la red a pase, cosas curiosas, de Sergio Ramos en semi fallo. Desde ahí el Atleti estaba bien, pero el Sevilla, fruto de la desesperación del resultado, empezó a crecer. Simeone metió a Suyuncu por Koke intentando protegerse y esa sustitución provocó el cambio de rumbo. Una entrada a destiempo del turco le granjeó una tarjeta roja que volvía a dejar con diez a los de Simeone con casi media hora por delante.
Dese ahí se levantó la bandera de la protección. Entraron Saúl por Morata y en última instancia Reinildo por Griezmann y el partido desde entonces se convirtió en un sufrimiento absoluto. El Atleti trataba de no jugar, de no permitir que el Sevilla le arrebatase los puntos como lo hizo el Getafe. Simeone, agotados los cambios, se empleó con la grada, obligándolos casi a animar y animar, el partido se calentó, la grada se incendió y solo Dios sabe cuántos meses de vida se perdieron en ese escenario que no por muchas veces repetido deja de ser sorprendente, maravilloso, fascinante. En esa ola de locura colectiva, el Atleti se zafó con todo, Lino estuvo inteligente, De Paul imperial, Llorente marró la sentencia casi al final, pero no hubo turno de réplica, el partido aplazado quedó en casa y ahora ya solo queda el año proyectando una remontada. Tal vez por ahí iban las cartas. Tal vez ese era el verdadero plan.