Debió de retorcerse Xavi Hernández en su cómodo sofá del lejano Oriente cuando vio al Atleti de Simeone aplicando todos esos preceptos que están tan lejos de su lógica, estética y profundidad del fútbol. El Atleti fue a Eibar, un campo incómodo, a ganar tres puntos que le mantienen como casi la única estela que persigue a un Barcelona intratable. Fue a ganar y ganó. Y lo hizo aplicando su viejo teorema, aquel que ha causado la mayor molestia jamás conocida por el régimen dominante.
Gameiro ocupó el lugar de Costa y cumplió el francés, que se entendió bien con Griezmann y, sobre todo en la primera parte, aportó mucha movilidad a los visitantes y también alguna que otra ocasión de gol. El Atleti empezó dominando el partido y buscando el gol que necesitaba para ganar. Se mostró por momentos muy superior al Eibar y empezó a madurar el gol con las ocasiones falladas por Griezmann, Koke, Correa o el propio Gameiro. Al borde de la media hora, un contragolpe efectivo culminó con la asociación francesa y el gol de Gameiro a pase de el pequeño príncipe.
Con el uno a cero, el Atleti se dedicó a ver la vida pasar. En su ecosistema antiguo, los de Simeone veían como el Eibar intentaba meter mano a un partido que sería imposible para ellos. Los colchoneros se sienten tan seguros de sí mismos en la faceta defensiva que a veces olvidan que en el fútbol un gol puede llegar desde los caminos más insospechados. En la segunda mitad el Atleti abandonó el ataque y se dejó caer diez metros en su campo esperando al Eibar, que a base de tanta invitación e insistencia, colgando pelotas arriba, puso alguna incertidumbre a un marcador que parecía predestinado desde que Gameiro hiciera el gol.
Uno a acero, tres puntos, y música de violín para Simeone que parece mandar un recado a cada uno de sus detractores en una versión exagerada de sí mismo. Se la mandó a Setién, tal vez también a Xavi. Lo cierto es que el Atleti termina la primera vuelta con cuarenta y dos puntos, segundo, aventajando en diez al Madrid y tratando de agarrarse a la esperanza de que, cuando llegue la hora de la Champions, el Barcelona pueda flaquear y así estar presto para acometer la empresa que hoy parece imposible.
Foto: clubatleticodemadrid.com