¿Por qué ahora? Se preguntarían todos los aficionados al Atleti, ¿por qué no diez minutos de estos en Turín, o en Bilbao? ¿Por qué no regresar en el tiempo y transportar este orden, esta intensidad, este acierto? La vida no elige los momentos, el tiempo avanza, el pasado no es sino una nostalgia espesa. El presente es un equipo entero, que ha sabido levantarse después de dejar una rodilla en tierra y que todos tratasen de tumbarlo. Pero se necesitará mucho más que habladurías absurdas para derrotar a los hombres de Diego Pablo Simeone.
El Atleti recuperó su mejor versión en Vitoria, una plaza difícil, frente a un equipo al alza, el Alavés de Abelardo, que pugna por una histórica clasificación para la Champions, pero daba igual el rival porque el Atleti salió al campo queriendo recuperar su crédito, queriendo vencer, buscando imponerse, alejar las dudas, mantener callados al menos por una semana más a todos lo agoreros que venían haciendo loas del apocalipsis. Salió Simeone con un cuatro, tres, tres. De vuelta Filipe al lateral, el medio para Thomas, Saúl y Koke, en ausencia de Rodri y arriba, todo, Morata y Costa, Griezmann por detrás.
En el minuto cinco llegó el primer gol, una jugada basculada de derecha a izquierda, un pase en dos tiempos de Griezmann y la internada de Saúl, cual extremo, para fusilar a Pachecho e inaugurar su noche de pesadilla. En el minuto once, una obra de arte: el Atleti construyó un gol antológico, diecinueve toques, de todos los jugadores que estaban sobre el terreno de juego a excepción del portero y un remate desde la frontal a la escuadra de Diego Costa que casi sentenciaba el partido.
El Alavés trató de levantarse y el Atleti supo contener. Se resguardó, metió intensidad de atrás hacia adelante. Se imponían Godín y Giménez como titanes y contagiaban a todos para mantener el empuje del Alavés alejado de la portería de Oblak. No podía ser todo bueno, en el cuarenta, de nuevo Costa empezó a mascullar, resoplaba y pedía el cambio, que Simeone guardó hasta el descanso. Enésima lesión del hispano brasileño, que eleva a otro nivel al equipo cuando está bien, pero que desgraciadamente se ha pasado un año entero recuperándose de una lesión tras otra.
En la segunda mitad Morata aprovechó su oportunidad y convirtió en gol una cabalgada sobre la meta de Pacheco que le sirvió Lemar, el sustituto de Costa, con un excepcional pase entre líneas. El partido estaba resuelto y el Atleti se gustaba, tocaba y tocaba y tocaba. Lemar empezó a mostrar el jugador que puede llegar a ser intercalándose en la espalda de la zona de medios del Alavés y haciendo mucho daño. Griezmann mandó al palo una vaselina que hubiera sido otra obra de arte y, cuando ya llegaba el final, Thomas mandó a la escuadra un zapatazo increíble desde la frontal, esculpiendo así uno de los mejores goles de la temporada. Cuarto gol para un equipo que a estas alturas sólo había concedido ocho en su feudo.
El Atleti ganó, convenció, goleó, mostró que no está acabado, que tiene mimbres para recuperarse, para reconstruirse, para volver a empezar. Le enseñó a todos aquellos que quieren enterrarlo que las crisis ahora son distintas, que es difícil perpetuarlas. Mientras el de negro esté en el banquillo los que juegan estarán obligados a levantarse, como ha sido siempre, como fue una vez más.
Fotos: atleticodemadrid.com