Simeone empezó a ejecutar su plan de rotaciones y esta vez le salió a la perfección. Ahí residirá la dimensión del éxito. Lo hemos dicho mil veces y así será, sobre todo ahora en este carrusel de partidos miércoles-domingo donde cada choque empieza a convertirse en una pequeña final. Con tres competiciones en liza febrero anula la posibilidad de fallo, hay que ganar y ganar y ganar y eso sólo será posible si la segunda línea eleva el nivel de manera que empiece a ser difícil distinguirla de la primera. Así fue en el partido contra el Valencia.
Descansaron Hermoso y Witsel, Llorente, Morata y sus relevos naturales dieron un partido de altos vuelos. El Valencia, que venía de cuatro victorias seguidas, fue minimizado por el Atleti, hundido junto a Mamardashvili a través de un dominio del juego y del balón ya empieza a dejar de ser extraño en esta nueva versión del Atleti de Simeone. El portero salvó al Valencia en varias ocasiones, pero no pudo hacer nada en la última jugada previa al descanso, en la que un pase preciso de Griezmann dejó a Lino para la definición y puso en ventaja al Atleti.
En la segunda mitad, más de lo mismo, el Valencia no encontró su lugar en el partido en ningún momento, el Atleti apretó para solucionar el partido, comandado por un Koke colosal, una versión mejorada del que va a ser el mejor jugador de la historia de este club, un pase imposible a Nahuel, que sirvió para que Memphis rematara a gol en una jugada de nueve. Dos a cero y por fin un partido plácido, sin sobresaltos, con una nueva portería a cero, que permitió repartir minutos, compensar cargas, esperar al siguiente.