Messi al fondo de todo (1-0)

Aparece en todos los sueños, no importa si estos están inundados de luz y tranquilidad, o si por el contrario son oscuros, viles pesadillas. Al fondo siempre hay un tipo pequeñito, con una barba extraña, mesiánica, la juventud perdida, el poder inalterado, que es el juez supremo del fútbol. No hay nada que pueda decidirse sin él y cuando su atención está centrada en un asunto, éste se vuelve inaccesible. Da igual lo que intentes, no importa de qué manera lo intentes, nada va a tener efecto. Es el dueño de la pelota, del juego, la autoridad suprema. Se llama Lionel Messi y mientras él juegue enfrente, alcanzar la victoria no es sino una hazaña imposible.

El Atlético llegó a Barcelona a jugarse su última bala por una liga que parecía increíble y se había vuelto cierta merced a los últimos despistes blaugranas y a la constancia estoica de los de Simeone. El partido fue un trámite táctico. El Barcelona se adueñó de la pelota en la primera mitad y el Atleti, con su cuatrivote férreo en el medio lo esperaba confiado. Simeone arranca los partidos frente al Barcelona sabiendo que noventa minutos es un tiempo que casi inmemorial, con lo que cualquier arañazo al crono es ya un triunfo. Se trata de reducirlo todo, que no pase nada, de cuanto menos tiempo disponga para ganar, más cerca estará la victoria. El Barcelona estaba incómodo, incapaz de penetrar las pétreas filas rojiblancas y en esto sucedió una falta absurda de Thomas en la frontal y llegó Messi y metió un zurdazo al ángulo que acabó en gol pese a la estirada, y la yema de los dedos de Oblak. El juez había dictado la sentencia.

Desde el gol el Atleti trató de estirarse, de socavar túneles que le llevase a los terrenos de Griezmann y Costa, perdidos en la extensa llanura del Camp Nou. La segunda mitad fue para los visitantes, que buscaron con denuedo el empate, pero el Barcelona sabe defenderse bien. Los dos equipos menos goleados de la Liga mostraron los galones de su solapa y allí no hubo más gol ni apenas ocasión. Simeone hizo cambios extraños, no sabemos si obligado por problemas físicos. Sacó a Vrsaljko del campo para meter a Correa y dejar a Thomas en el lateral. Después Gabi, que cumplió cuatrocientos partidos con el Atleti, dejó su sitio a Gameiro y por último Lucas entró por Filipe. El Atleti lo intentaba, se asociaba bien en tres cuartos, trataba de poner movilidad, vértigo, pero todo aquel intento moría en la línea de Umtiti y Piqué. Ter Stegen apenas observaba intrigado. Marcó Gameiro tras un toque de Costa que estaba en un milimétrico fuera de juego que el asistente de Gil Manzano acertó con su gran ojo de halcón.

Y eso fue todo. Un partido estrecho, táctico, un Atleti que no encontró la genialidad de Griezmann, ni el chispazo de Costa, únicos dos elementos que podían haber alterado el resultado. Messi apareció en el balón parado y ajustició la Liga, llevándola de nuevo a una distancia aparentemente inaccesible. Difícil competir contra un jugador así.

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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