Arrancó una nueva de edición de la Champions, esa amante traicionera y maldita, con la visita del Oporto, un viejo conocido, y el Metropolitano vivió en noventa minutos un carrusel extraordinario de sensaciones encontradas, lo habitual y lo desconocido, lo previsible y lo inesperado, la rutina y la magia, la tristeza y la alegría. La exaltación de la vida, al cabo, aquello que de cuando en cuando se olvida pero que este equipo, de una forma o de otra, lo trae siempre al frente. Subir y bajar de las nubes. Atlético de Madrid.
El Oporto venía con algún nombre cambiado respecto al año anterior, pero con la misma idea de juego férreo, equipo unido, ocultador de espacios, con la pulsión para saber salir cuando hay que salir. Simeone dispuso el mismo once que viene siendo habitual con la inclusión de Saúl en el medio por De Paul y el equipo tuvo un arranque bueno, quince minutos de presión sobre el rival con un Joao Félix estelar. Pero sólo quince. Superado el susto inicial, el Oporto se adueñó del partido y, empezó a jugarse a lo que ellos querían, que era prácticamente a nada y metieron el partido en un ovillo enredado del que el Atleti no sabía salir.
Así acabó la primera parte, así arrancó la segunda, así podría haber continuado tres días sin que nada cambiara. Simeone trató de provocar la sacudida con los cambios, lo intentó todo, metió a De Paul y Lemar de inicio en la segunda mitad, probó una defensa de cuatro sacando a Carrasco, volvió a la de cinco cuando vio que aquello se descontrolaba. Sacó a Joao, cansado, por Correa en un cambio muy protestado. Por supuesto entró Antoine en el sesenta, pero nada de eso consiguió desenmarañar el ovillo en el que el Oporto había transformado el encuentro.
Pero cambió, siempre sucede, nos anida la sensación de que la rutina será para siempre, de que nada nos va a hacer salir de la vida cotidiana, del aburrimiento endémico, pero entonces sucede algo, a veces grande, a veces pequeño, a veces incluso insignificante o absurdo, que lo transforma todo. Fue en el 82, a Taremi le dio por fingir un penalti en las mismas narices del colegiado, que no dudó en mostrarle la segunda amarilla y enviarlo a la caseta. En ese momento el partido hizo clic.
La grada conectó con el momento, el Atleti se volcó, las piernas del Oporto temblaron, tal vez por primera vez en todo el partido. El Metropolitano era una tormenta electrificada que rompió todos los voltímetros en el minuto noventa y dos, cuando Hermoso, experto en goles en el descuento, batió a Diogo Costa y desató la locura entre la hinchada colchonera. Pero aquello fue un espejismo porque Hermoso, también especialista en cometer penaltis absurdos, en el noventa y cinco, cuando ya todos restaban segundos para el final, cambió con la mano la trayectoria de una pelota que él mismo había cortado. Fue involuntario, pudo no haber sido penalti, pero fue. Uribe lo transformó en el noventa y seis y parecía que el empate a uno ya sería bueno para todos, pero faltaba lo mejor.
El Atleti no se conformó, lo siguió intentando en los minutos que faltaban, habían dado nueve de añadido, y el partido murió en un saque de esquina. Prolongó Witsel, entró al segundo palo Griezmann, como en Oporto el año anterior, e hizo el gol de la locura. Besó el escudo, gritó con rabia mirando a aquella grada que volvía a subir a la nube de la victoria de esa forma tan abrupta, sin tiempo para asimilar la decepción que había ahogado la alegría. Fue el final, fue el triunfo, fue el recordatorio a todos de que el Atlético de Madrid es una pasión, inagotable, hasta incluso después del final, es fe en lo que no parece posible a los ojos de los demás, es la vida en su máxima expresión.
Foto: Getty Images
8 septiembre, 2022
Witsel es una pasada. Es un fichajazo. Es de momento absolutamente infalible, no ha fallado un pase que recuerde en estos partidos que lleva con el Atleti. A ver si con la vuelta de Savic, el Cholo se anima a ponerlo de medio centro. Mucho decir, pero veremos.
Giménez es lo contrario. Todos los balones que trató de sacar jugados desde atrás fueron infructuosos. E insistía e insistía. ASí no se puede tener el control del centro aunque sea un ratito, que es el mal de este equipo (Nahuel está verde pero es joven y puede adaptarse, acabamos de empezar).
Bueno, victoria, alegría final, juego regulero por falta de control en el medio en todo el partido. Y jugamos contra un gran equipo que sabía lo que hacía.
Aupa Atleti y a mejorar.
8 septiembre, 2022
La apatía de Carrasco debería enviarle directamente al banco, anda con la mente en Londres, esto le retrata, una vez más, como profesional. Jugamos muy mal al fútbol, entre otras razones, a mi juicio, porque hay un sector amplio de la grada a la que molesta todo del Atleti, nada está bien y son muy proclives a la música de viento, el equipo lo nota y juega mejor fuera de casa, en casa está agarrotado. Se le suele echar la culpa al entrenador, a la directiva, al estamento arbitral, que tendrán las suyas, pero la que según algunos es la mejor afición, a esa nada, pues yo creo que hay una parte importante que practica el cuanto peor, mejor. Y así no, eh!
8 septiembre, 2022
Hola, estoy de acuerdo completamente con los dos comentarios.
A Giménez le ha poseido el espíritu de Juanma López y cuando tiene el balón en los pies se transforma en Shuster y da el pase de gol directo al delantero…
Witsel es un fichajazo, recordemos que vino gratis. A De Paul y Molina les seguimos esperando, igual que al sempiterno Lemar, aunque Molina acaba de llegar, luego los periodistas siempre preguntan a ver cuándo «explota» Joao.
Y también lo comentaba el otro día, la afición empieza a tratar al equipo peor que sus directivos.
8 septiembre, 2022
El resultado no puede esconder el mal juego del equipo. El Oporto se disfrazó del Atleti de hace unos pocos años y ató de pies y manos a un equipo, que por momentos, juega igual de torcido que las rayas de su camiseta.
Ha sido un partido muy parecido a todos los que ha disputado, sobre todo en la mala colocación de los jugadores, que casi siempre llegan tarde y se ven obligados a correr en exceso detrás del balón.
Respecto a la grada que silbó el cambio de Joao Félix, no hay mucho bueno que decir. Ese es el peligro de crear figuritas o ídolos.
Esta vez la suerte de la jugada final le ha impedido volver a colgarse el cartel de Pupas, a ver cuanto dura.
8 septiembre, 2022
Pineda es un crack de las crónicas y Oblack, que tuvo una temporada gris el curso pasado por primera vez desde que está en el Atleti, volvió a ser el portero magnífico que tanto hemos admirado.
En Hermoso hay algo extraordinario e imprevisible que le hace muy apropiado para nuestro equipo. Y a mí me gusta mucho verlo en el área rival. Sinceramente, creo que es muy buen delantero y que ha demostrado unas cuantas veces una determinación cara al gol encomiable.
En cuanto al comportamiento de la afición atlética, cuanto más nos despojemos de etiquetas, prejuicios y estereotipos, menos nos costará aceptar que no tenemos nada de especial que nos haga mejores o distintos a las demás. Seguro que leisteis a Luis Aragonés comentar la de veces que él y el equipo fueron pitados en el Calderón. Lo mismo que seguro ocurriría, cuando se terciase, en el viejo Metropolitano. Los colectivos de decenas de miles de personas son heterogéneos e indefinibles, y nuestra fidelidad, exigencia, gustos o pasión no son cosas mensurables que se puedan comparar con las que sienten o muestran otras aficiones. La circunstancia que sí nos diferencia del resto, es la de tener que ser vecinos de la afición del club más poderoso del mundo, afición entre la que el porcentaje de gilipollas sí es ciertamente superior a la media.