Escrito Por José Luis Pineda on Nov 4, 2020 | 3 Comentarios

El Atleti iba a Moscú con la necesidad de tres puntos para encarrilar su clasificación a la siguiente fase de Champions y se notó desde el primer minuto de juego. Simeone dispuso un once con lo que se supone la defensa titular: Trippier, Giménez, Savic, Lodi. Herrera y Saúl, que regresaba después de su larga y extraña lesión, al medio y un cuadro ofensivo formado por Llorente y Correa en los costados, con Joao y Suárez arriba.

Era extraño y bello al tiempo volver a escuchar al público en las gradas. Más de ocho mil personas se dieron cita en el campo del Lokomotiv. Hasta en eso es extraña esta pandemia que sufrimos, mientras aquí estamos esperando de nuevo el confinamiento total, la gélida Moscú permite licencias como esa. El caso es que el Atleti jugó bien, diríamos que excelsamente bien, durante al menos setenta minutos del partido. El juego de posesión que tanto se le atraganta, esta vez fluyó, y el dominio de balón no fue un suplicio, sino la apertura a un nuevo fútbol. En el minuto dieciocho encontró el gol en un cabezazo buenísimo de Giménez a pase de Herrera y era justo lo que necesitaba para que el partido se pusiese justamente bocabajo.

Pero duró poco la alegría porque el colegiado, con el apoyo del VAR cobró un penalti increíble por unas manos de Herrera. La pelota golpeó en su pecho y en posición natural el rebote se fue a la mano, en una jugada sin oposición en la que tenía todo controlado. La toma que el VAR ofreció al colegiado, congelada, no mostró el rebote del pecho y eso propició que se fuese al punto de penalti. Desde allí, Miranchuk anotó e igualó la contienda de nuevo.

El Atleti siguió a lo suyo, atacar la portería del auténtico astro del partido: Guilherme. Lo hizo por dentro, con Suárez y Joao combinando al toque con Correa, que ha ganado una increíble precisión en sus pases, pero también por fuera, con Trippier y Lodi desdoblando continuamente. Lo hizo con continuidad, sobre todo desde la entrada en la segunda mitad de Koke por un Saúl que necesita coger la forma. El capitán aportó el dinamismo que necesitaba el equipo y era la baliza a la que todos se agarraban para construir la jugada ofensiva. Las ocasiones fueron de todos los tipos, hubo balones al travesaño, remates de cabeza, hubo disparos desde fuera del área, unos peligrosísimos de Joao, otros menos de Llorente, hubo ocasiones para Suárez, al que cuando falla se le ve un tanto fuera de forma. Al final de cada ocasión estaba Guilherme y el uy.

Entraron Lemar y Vitolo. El francés estuvo metido en el partido, sin grandes alardes, pero intentándolo continuamente. El canario volvió a lesionarse y su entrada no hizo sino cortar el ritmo ofensivo del Atleti. Lo retomó con la energía de Torreira, que desplazó a Koke al costado diestro y así se mantuvo el Atleti, hasta el noventa y cuatro que tuvo la última en una pelota interior a la que Suárez no llegó por poco. El Atleti enseñó una versión de fútbol total sin gol. No es habitual pero tampoco es nuevo. Es difícil malgastar tantas ocasiones de gol en dos partidos seguidos jugando así, pero tal vez también sea difícil jugar así en varios partidos seguidos. La cuestión es que en Moscú quedó irresoluble de nuevo esa gran ecuación del fútbol que antepone la supuesta belleza del juego y los resultados. Un punto que puede ser bueno, pero que deja sensación de derrota porque debieron ser, sobradamente, los tres.

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