La manera en la que esta competición se ha mostrado perversa para el Atlético de Madrid ha sido tan variada como inverosímil. Para no iniciados, pareciera que no podría suceder nada peor, nada más extraño, pero lo cierto es que existe una especie de maldición que siempre regresa, buscando situaciones para ahondar en los motivos para la blasfemia, para incrementar el deseo de todos sus hinchas de arrojarla al Manzanares en vez de colocarla en las vitrinas en el día en que por fin todo esto quede burlado. Anoche, en el Olímpico de Roma, en el partido que abría la Champions 2023-2024, la Lazio dejó los tres puntos del Atleti en uno merced a un gol de su portero, Provedel, en el minuto noventa y cuatro. El arquero, ver para creer, portaba ese mismo número en el dorsal: noventa y cuatro.
Lo cierto es que el Atleti mereció los tres puntos, y quedó cariacontecido por no obtenerlos, y por la manera tan poco usual de perderlos, justo al final, en el remate desesperado de un cancerbero que sube a jugar su billete de lotería. Antes de esa acción que acapara todo un partido, el Atleti había hecho una primera parte discreta en la que destacó por encima de todos Pablo Barrios, el chaval de veinte años que ha cogido la manija del centro del campo y que está asumiendo la responsabilidad del equipo y el peso de esa camiseta, ante tanta ausencia importante. Todo pasó por él, y él se encargó de tapar al desdibujado Griezmann, al impreciso Llorente, al solo voluntarioso Lino. También él hizo el gol, aunque con la inestimable ayuda de un defensa que desvió la trayectoria de su disparo desde la frontal. El Atleti contuvo y retuvo, dominó el encuentro, pero de una manera muy tenue, casi disimulada.
La segunda parte empezó con un grave contratiempo, pues el mejor hombre del equipo, Barrios, no apareció en el césped. Se sumó a una larga lista de lesionados que incluyen a Reinildo, Soyunçu, Lemar, Koke, De Paul, Memphis como nombres más ilustres. Una lista que se repite cada año y frente a la que nadie parece tomar medidas, ni reforzando las posiciones que hay que reforzar, ni revisando una planificación física que parece a todas luces que no arroja los mejores resultados. La cuestión es que Simeone dio entrada a Giménez y pasó a Witsel al medi, que más tarde tuvo que dejar el sitio, también lesionado, a Saúl. Un ‘5’ maldito y un Atleti que comenzó a dominar el encuentro de verdad gracias a la maestría de Griezmann, un futbolista total. El francés se hizo cargo de la delicada situación y se convirtió en el mvp del partido. Estuvo omnipresente, canalizó el juego de ataque, comandó el defensivo, el hombre al que mirar siempre, la referencia absoluta. Que Dios lo guarde de lesiones porque él sí que parece insustituible. En esa racha de minutos el Atleti tuvo la sentencia en varias ocasiones, especialmente en dos remates del propio Griezmann y Lino a bocajarro.
Oblak despertó a la Lazio con una mala apertura que dejó una pelota en el punto de penalti a Inmobile, presto para fusilar el empate, pero el esloveno se resarció con una parada que tal vez tuvo más de fallo imperdonable del delantero. Desde ahí, el Atleti se hundió y el equipo romano fue acercándose, sin mucho peligro, a los dominios del gol. La única ocasión fue un disparo sobre la frontal con el tiempo ya cumplido en el que, ahora sí, el portero del Atleti sacó una mano milagrosa. Después vino Provedel para traer el empate a la salida de un córner pésimamente despejado por Saúl, lo que propició la segunda jugada y el remate inverosímil de un portero que hacía su segundo intento, una jugada que nunca debió suceder porque treinta segundos antes, el árbitro amonestó a Correa por simular o protestar un agarrón cuando se lanzaba a la contra. La falta, clara, no fue señalada, y de aquellos polvos, llegaron los lodos de un empate que deja a todos con el torcido. La Champions, la maldita Champions.
20 septiembre, 2023
El malditismo y la falsa leyenda del pupas es lo que más daño ha hecho a este club en toda su historia.
20 septiembre, 2023
Sin embargo, la plaga de lesiones que nos asola habría que analizarla en profundidad, no es normal lo que ocurre año tras año, éste apenas comenzada la competición, de ahí hay que sacar a Lemar, que el hombre se lesiona con una brisa de viento que se levanta. Doctores tiene la Iglesia, que se pongan las pilas.