Es difícil rescatar una lectura positiva del partido del Atlético de Madrid frente al Leverkusen. Tal vez la unión del grupo, la fortaleza para no terminar de caer en un momento tan artificialmente adverso, cuando desde fuera parece que se cierne el apocalipsis y algunos de los que te arroparon incondicionalmente empiezan a dudar e incluso silban a figuras emblemáticas, no solo del pasado, sino del presente y la Historia. Tal vez sea eso lo único, la carrera de Morata en busca de Koke cuando hizo el agónico uno a cero que a la postre dio la victoria, la comunión de todos en el banquillo, la rabia en el abrazo del goleador, que salió desde la suplencia, y Simeone. Tal vez sea lo único que pudo rescatarse del césped y quizás no sea tan poco como parece en una carrera de fondo como ésta, una carrera engañosa en la que todos exigen lo que tal vez no pueda ser.
Ante las bajas, Simeone dispuso un equipo con cuatro en el medio, dándole la titularidad a Herrera junto a Thomas en el doble pivote, Saúl y Koke en los costados, y Correa acompañando a Costa en la punta de ataque. Pronto entró Hermoso por una molestia muscular de Giménez y eso dejó una defensa inédita, cuatro jugadores nuevos, que jugaron un partido digno ante un equipo complicado. El Leverkusen fue mucho más de lo que parecía por los precedentes y por los resultados, un conjunto de esos que hoy vienen a denominarse como ‘alegres’ y no porque se pusieran a bailar rumbas sobre el campo, sino porque es un equipo que parece divertirse con el juego combinativo, con el abuso de la posesión. Con Bellarabi, Volland, Havertz y Demirbay formando cuadrados mágicos fueron generando la sensación de que aquello no sería tan fácil como muchos pudieron pensar de inicio. Tocaba y tocaba el Bayer, sin terminar de rebasar la línea definitiva, pero empequeñeciendo al Atleti con cada posesión, que empezó a sentir demasiado pronto la incomodidad con la que convive en cada partido en los últimos tiempos.
El Atleti lo intentó por dentro sin éxito, con la imprecisión habitual de Correa para romper la defensa, con un Thomas venido a menos, muy fallón en sus intentos de ruptura de líneas y con Saúl y Koke incansables trabajadores pero lejos de su nivel en la construcción del juego; tan sólo Herrera en el medio se mostró sólido, condujo hacia adelante, en él parecía estar el punto de peaje de la autopista hacia el gol. Lo intentaba también por fuera, con Trippier y Lodi, voluntariosos con poco acierto. Con todo eso se dibujaba una imagen de impotencia, de no llegar, de que de nuevo se viviría una noche agria. En la segunda mitad pronto entró Lemar por un Correa prácticamente inédito y en el 65 Simeone estaba de nuevo sin cambios, al poner a Morata sobre el césped. Se produjo una escena dolorosa y significativa: Koke, el niño que pateaba pelotas en una plaza de Vallecas con el escudo del Atleti cosido en el pecho, el jugador que debutó a los diecisiete años y desde entonces no ha parado de dar alegrías, de asumir galones, de hacer Historia, recibió el silbido de unos cuantos aficionados cuando se retiraba al ser sustituido. Tal vez fueran mil, o dos mil, incluso puede que muchos menos, es difícil saberlo. Pero los pitos son tan sonoros como lacerantes y Koke entró cabizbajo al banquillo. Era una escena imposible que estaba sucediendo, el peor gol en contra. Fue un momento clave en el que la grada tenía que jugar su papel: podían haber elegido la resignación, a veces las minorías se imponen así, por pura desidia del resto, podían haberse dejado llevar y creer efectivamente que todo estaba mal y que era necesario señalar algunos culpables. Pero por fortuna la mayoría decidió rebelarse y combatir y quebró el silencio para apoyar a su capitán, para ayudar a su equipo, para recordarle a él y a todos los que silbaron que están orgullosos de no ser como ellos, que los tiempos de gloria no van a cambiarlos, que los malos resultados no pueden traicionar el sentimiento, los valores, la manera de caminar por la vida. Que esto no va sólo de fútbol, va también de respeto, de amor, de agradecimiento. La mayoría se levantó y cantó a su capitán y cantó a su equipo y quién sabe si alguien en algún lugar decidió que ese fuera el impulso necesario para que el equipo, cuando todo estaba saliendo mal, siguiera corriendo, siquiera poniendo el esfuerzo innegociable, la solidaridad, el compañerismo, y de ahí el pase de Lemar a Lodi, el centro del brasileño y el remate de Morata que daba la victoria y algo más importante aún, la foto de la familia unida, un equipo que se construye sobre esa base se construirá bien, mientras haya unión habrá esperanza, mientras la mayoría siga combatiendo a los desagradecidos, el futuro
Foto: atleticodemadrid.es
23 octubre, 2019
Me parece muy mal, que se pite a los jugadores. Eso libra al Cholo de lo que se debería dirijirse a él. Ni siquiera yo pitaría a Costa, con lo mal que está a pesar de que el entrenador, se empeña en ponerlo, en detrimento del equiopoy de Morata que parece estár mejor que Costa en este momento.
Tampoco sé que tiene que hacer Vitolo, para poder tener una continuidad en el equipo, ya que casi siempre que juega lo hace bien.
En cuanto al partido, hemos de acostumbrarnos a perder un tiempo a partir de la terquedad del entrenador, ya que si nos damos cuenta, esta temporada nunca hacemos un partido completo. Pero, bueno, lo decide el Cholo, y, como tiene derecho de pernada, veremos a ver como acabamos.