El liderato y la locura (3-2)

El Eibar llegaba en problemas y el Atleti lo recibía en su casa con la posibilidad de alcanzar el liderato en solitario, estaba todo preparado para que el aplastante peso de la lógica diese tres nuevos puntos a los de Simeone, que había ganado sus dos últimos partidos sin encajar un gol. Pero la lógica combina mal con la banda que viste de rojo y blanco. Conclusión, cero dos del Eibar en el minuto veinte. Un golazo que vino el flanco derecho, con un centro medido de Orellana para que Charles cabecease demasiado sólido al borde del área pequeña y el segundo, en un despeje dubitativo de Hermoso, que dejó una pelota muerta a la que Arbilla con violencia y Giménez con mala fortuna, devolvieron la vida en forma de gol. Desde ahí, al Atleti sólo podía salvarle la locura, que fue invocada desde la grada con insistencia y claro, no tuvo más remedio que aparecer.

En lo futbolístico era un día cruzado, Trippier jugó todo el partido cojeando después de que Inui le propinase una terrorífica entrada al tobillo en los primeros compases del choque. Hermoso era un flan tras su error en el segundo gol y por contagio, Giménez no transmitía la seguridad que debía. Solamente Lodi, por cuyo lado vino el primer gol, parecía mantener la compostura en una defensa muy nueva, con tres integrantes renovados, que no estaba a la altura de lo que se esperaba de ella. Pero lo importante, con cero dos en contra y setenta minutos por delante, ya no era la defensa, era sacudir el avispero, conseguir el primer gol, devolver a la gente la creencia de que cuanto más difícil, más opciones,  se necesitaba la antilógica. Diego Costa agarró la bandera de lo improbable y empezó a percutir como el animal competitivo que es cuando se encuentra en forma. El Atleti no encontraba la profundidad de Trippier como otros días, y el juego se volcaba por la izquierda, donde Lodi empezaba a mostrar sus cualidades. Un ataque entorpecido por Llorente que parecía incómodo con la manija y la titularidad; el juego no fluía pero Costa zapaba y empujaba a Ramis hacia atrás. El Eibar, un conjunto serio con un planteamiento sólido, un equipo de jugadores con canas y mal encarados, sin aposturas ni filigranas, se sostenía con solvencia hasta que el de Lagarto arrancó por potencia en una contra y sirvió la pelota para que Joao Félix se estrenase como goleador de manera oficial en el Atleti. Llegaba el descanso y Vitolo ya calentaba para entrar.

La segunda mitad fue una tempestad que azotaba desde la grada y desde el césped, de manera indistinta. Simeone ordenaba aquí y allí y dio entrada de inicio a Vitolo, sacando del partido a Llorente. Con Saúl y Koke en el medio, el equipo tuvo más fluidez y empezó a atacar por la banda de Lodi, un lateral excelso que mostró todo el potencial que trae en sus piernas. Una y otra vez el brasileño buscaba las líneas de cal, ora para buscar una pared por dentro, ora un centro, ora una diagonal. En una de esas dio un pase dentro del área para Vitolo que ejecutó una obra de medido preciosismo. Con un toque con el exterior, apurado, el canario mandó la pelota a la cepa del palo ante la inane estirada de Dimitrovic. El Metropolitano enloquecía, quedaban treinta y ocho minutos por delante y ya solo faltaba un gol para culminar la remontada. Parecía que sería fácil pero no lo fue.

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Riquelme entró y mostró personalidad y descaro. Foto: Rubén de la Fuente

Los de Mendilibar se mantuvieron en pie, pudieron haber doblado la rodilla ante las acometidas que le llegaban por la izquierda y desde la grada, el Metropolitano jugaba, pero los armeros no perdieron su tempo, siguieron como si no hubiesen perdido esa ventaja, como si el partido acabase de empezar y el Atleti entró en una fase en la que llegar a los dominios de Dimitrovic parecía ponerse caro. Dos goles anuló el VAR a Diego Costa por fuera de juego, el segundo muy claro, el primero muy dudoso, pero como seguimos con el oscurantismo, la sombra de la sospecha continuará acrecentándose sobre aquello que debía haber venido con una función radicalmente contraria.

A falta de un cuarto de hora Simeone metió a Riquelme por Lemar, entró un chaval que viste la rojiblanca desde el Alevín A, un niño que debutaba en el primer equipo. En su primer minuto en el campo tuvo el gol en un pase que vino desde la izquierda de Lodi, pero estrelló el balón, un tanto forzado, en el lateral de la red. Con la entrada del canterano, el juego de ataque se equilibró y empezó también a percutir por la derecha. El chaval mostró personalidad y descaro, todo lo que se le puede pedir a esa edad, y lo intentaba una  y otra vez, lanzando centros, tratando de combinar por dentro con Koke, que caía a ayudarle. El Atleti rondaba el área pero el gol parecía lejano.

En el ochenta, Joao, exhausto, dejó su sitio a Thomas, que cuando ya se había cumplido el tiempo reglamentario, en una jugada estrambótica, que incluía una pared de tacón con el contrario, se internó en el área y remató con el corazón de su pierna derecha para que la locura, de tanto ser invocada, por fin apareciera. El Atleti remontó y el Metropolitano alimentó el espíritu de grada que poco a poco va construyendo. El Cholo se subía al cuerpo del Mono con la habitual rabia, poseído, sabedor de que el liderato que el Atleti lograba con esa remontada no significa nada, no es sino anécdota, pero consciente de que los grupos se integran mejor así, victoria  a victoria, desde partidos como el de ayer, donde es necesario salirse del guion, rebelarse, estar todos juntos. La esencia del equipo cuya recuperación es la clave del proyecto. Ayer apareció por primera vez y esa, por encima del primer puesto en la tabla, es la verdadera noticia. El equipo ha vuelto, entre la locura y el liderato, a lomos de una gran remotanda.

Fotos: Rubén de la Fuente

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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