Cena con postre amargo (1-1)

Simeone lo advirtió en la previa, cuando uno invita a su casa, tienes que adaptarte a lo que te pone el anfitrión. Así, en la primera visita del Barcelona al Metropolitano, Simeone preparó la cena acostumbrada, sacó los manteles viejos, ajados pero todavía limpios, la vajilla desgastada y sirvió el menú de siempre. Todo salía a pedir de boca del Atlético hasta que llegaron los postres, donde el dulce acabó amargando.

Fue un partido trepidante, a la altura de lo que se espera de dos equipos tan grandes, con estilos tan contrapuestos. El Barcelona salió al Metropolitano y en el segundo treinta tuvo la primera ocasión que frustró Filipe anticipándose a Messi. Después, estuvo cinco minutos circulando el balón en campo contrario, con un Atlético rezagado, esperando, sabedor de que el balón no era su guerra, sino los espacios. En el minuto siete vinieron dos ocasiones seguidas que marcaban a la perfección el tempo del partido para los de Simeone, en las dos, Griezmann se estrelló ante un estelar Ter Stegen que evitó el gol con dos paradoens. Era el minuto quince y las cartas estaban marcadas.

En el veinte, Saúl apareció por la izquierda y recortando hacia su pierna mala sorprendió a todos mandando un derechazo seco a la base del palo de la portería del Barcelona que rompía el marcador y ponía el partido en el lugar exacto en el que lo había diseñado Simeone. Su cena estaba servida.

Pero el invitado no fue complaciente y empezó a revolverse en el asiento. El Barcelona, agarrado a la omnipresencia de Messi empezó a acorralar al Atleti. Sobre todo en la segunda parte, y a raíz de los cambios, que a los de Valverde le dieron oxígeno y más fluidez ofensiva, especialmente la presencia de Sergi Roberto y a los de Simeone terminaron de separarlos del plan trazado. El plan era ese, obligar al Barcelona a exponerse más y entonces buscar el partido en los espacios, en las carreras de Carrasco, en la clarividencia de Griezmann, en la electricidad de Correa. Pero el Barcelona presionó alto y bien, y Gabi y Koke no supieron contener la transición que el Atleti necesitaba para finiquitar el partido. Tal vez trató eso Simeone dando entrada a Gaitán, que desaprovechó la enésima oportunidad que le brinda el Cholo y pasó absolutamente desapercibido. Después, la entrada de Thomas terminó de retrasar las líneas hasta la zona de la muerte. En el ochenta y uno, merecido tras una pertinaz insistencia, el Barça empató con un cabezazo de Suárez que celebró con un obsceno gesto hacia la grada.

Entro Torres, que cada vez parece más lejos del equipo, pero ya no pasó nada, sólo que el Barcelona, otra vez en el noventa y tres, y en un tiro libre de Messi pudo haberse llevado el partido. Pero ahí apareció de nuevo Oblak, gigante durante toda la noche. Al final, un empate en el que tal vez haya justicia para un partido que fue bravo e intenso y en el que el Atlético demostró que está de nuevo ahí, y que necesita aguantar como sea hasta la llegada de enero.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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