Me sobra un abono
Ene16

Me sobra un abono

Apenas habían pasado unas horas desde que el sorteo deparase un nuevo derbi copero cuando ya me habían pasado la primera captura de pantalla de cierta pagina de compra y venta. Dos abonos, cuya localización se especificaba casi hasta el detalle, a un precio de 150€ por cada uno. Dos socios del Atlético de Madrid que habian decidido sacar rédito del que para muchos será el partido de la temporada. Las capturas y enlaces se fueron...

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Un año más, ya lo dijo Mecano
Ene08

Un año más, ya lo dijo Mecano

Por mucho tiempo que pase, hay cosas que jamás cambiarán. Con la llegada de enero muchos son los gimnasios que empiezan a ver como su clientela aumenta, en estancos de todo el país se empiezan a repetir el socorrido «este año sí que lo dejo» y el resto de mortales corremos como pollos sin cabeza y hacemos colas infernales para comprar cosas que no necesitamos, solo por el mero hecho de llevar la etiqueta de rebajado. Los foros...

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Son ilusiones
Dic21

Son ilusiones

Estadio de Do Dragao. Diciembre. El Atlético de Madrid acababa de certificar su pase a los octavos de final de la máxima competición continental de clubes y yo me arrancaba a cantar. Nada nuestro. Ningún cántico de grada argentina improvisado que pegase con el momento. En aquella ocasión fueron los Chichos. Lejos de mirarme incrédulos pensando que se me acababa de ir la cabeza, mis amigos se abrazaron y cantaron conmigo para sorpresa...

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Mi escudo, mi equipo
Dic12

Mi escudo, mi equipo

«Porque hay recuerdos que ni el alzheimer puede borrar.» A todos se nos dibujó una sonrisa en la cara con el reportaje que el Día Después emitió sobre Enrique Collar. Seguimos sin encontrar una definición exacta sobre nuestro sentimiento, ya ni digamos un porqué a tan irracional pasión, pero videos como ese pueden acercarnos un poco a esa inexistente explicación. En «El secreto de sus ojos», una excelente película argentina...

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Los niños quieren seguir siendo Koke
Nov27

Los niños quieren seguir siendo Koke

Cuatro chaquetas en el suelo. Dos piedras y una pared. Una valla abollada de tanto pelotazo. Cualquier rectángulo valía como terreno de juego, aunque a veces ni era necesario que tuviese una forma concreta. Las pelotas contaban historias y tardes de gloria en función de lo despellejadas que estuviesen. Sin más ley que la que marcaba esa «botella» que te obligaba a darte un paseo si errabas en el disparo. Esa fue nuestra infancia....

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