Vuelve el derbi, declarado este año la semana oficial de que nos vuelvan a recordar Milán, Juanfran y los penaltis. Estos todavía no se han dado cuenta que para nosotros el Atleti es amor, no es un polvo de una noche, somos felices y orgullosos de nuestro sentimiento rojiblanco 365 días al año, llueva o truene, en las victorias y sobre todo en las derrotas, incluso en las más crueles, no solo en el éxtasis de un título.
Nos identificamos con el Atleti por unos valores, una forma de entender la vida, una filosofía que va mucho más allá de ningún trofeo, por valioso que sea. El Atleti representa como somos y como entendemos el mundo. Nuestra forma de vida.
Este año es especial, porque probablemente sea el último en el Vicente Calderón, el estadio donde hemos crecido la mayoría que a día de hoy seguimos yendo al campo. Aunque hubo una larga letanía de derbis repetidos como el día de la marmota, especialmente entre 2000 y 2010, todos tenemos nuestros recuerdos especiales de estos duelos fratricidas de la ciudad. Desde niños ya el camino al estadio era especial, llegar en el 17 y ver la bodeguilla a reventar de gente era sinónimo de noche grande y te ponía el gusanillo en el cuerpo desde horas antes. Aquel cabezazo de Sabas a la salida de un córner, ese gol de Torres, los huevos de Pizo… son tantos instantes que recordar que el sábado hay que despedir los derbis del Manzanares como Dios manda, que quede para el recuerdo.
El Atleti es nuestra forma de vida y por mucho que nos quieran recordar sus vitrinas esta semana, nuestro orgullo está intacto y el derbi es la mejor manera de demostrarlo.
Foto: mundodeportivo.es
