La orquesta del titanic

Mientras el mundo sigue inmerso en el coronavirus, el fútbol ha transmutado en la orquesta del Titanic para continuar sonando con una nueva campaña, cuando casi ni se ha aplacado la anterior. Simultaneamos la nueva ola del coronavirus con una temporada low cost, sin tiempo apenas para el placebo del mercado de fichajes. Un mercado tan aburrido, que los refuerzos de los dos trasatlánticos de nuestro fútbol han consistido en dar la baja a los jugadores que les estorbaban.

Una goleada desató la ilusión en el Atleti tan rápido como el empate contra un recién ascendido la rebajó. No hay que despreciar los traspiés que sirven para rebajar las expectativas, para ponerlas en su sitio. Igual que cuando llegas a una empresa muy prometedor y en una de las primeras cenas la lías y te tienen que quitar las llaves del coche. A partir de ahí, evitas que esperen demasiado de ti. El escepticismo es el estado natural de cualquier atlético, especialmente en el periodo de fichajes, cansados de que el club actúe como un veinteañero buscando comprar su primer coche. Dos meses visitando concesionarios, mirando catálogos e ilusionándose con los últimos modelos, para luego conformarse con uno de segunda mano encontrado en Wallapop, con más kilómetros que un taxista el día de su jubilación.

Este verano el primer fichaje fue la confirmación de Carrasco. El del belga pasará a la historia por ser uno de los fichajes más turbios de toda la era de los Giles. Con lo que eso conlleva. Fichado del Mónaco, vendido a China por un precio sospechoso y con un retorno sorpresa un par de años después. Si dentro de cincuenta años se desclasificasen los contratos firmados en ese trayecto, todavía será necesario manejarlos con guantes, mascarilla y en una habitación ventilada, donde se pueda disimular el hedor a tretas y azufre que suele acompañar a los negocios de Giles y Cerezos.

Pero el golpe de efecto llegó con el fichaje de Suárez. El movimiento dando salida a Morata para hacerle sitio al uruguayo ha sido bien recibido por todos. El madrileño es uno de esos delanteros ideales para invitarlo a merendar, presentárselo a tu madre o pedirle los apuntes de derecho mercantil pero, para llevar el nueve a la espalda, siempre es mejor uno de esos delanteros que lucen en el área la sonrisa cargada de fianzas y antecedentes penales. Morata pasa por ser uno de esos jugadores que da la sensación de que ocurrirá algo cuando lleva el balón, pero eso no quiere decir nada, porque anda que no regresé yo solo y borracho a casa noches en que había tenido la sensación de que iba a ocurrir algo grande.

En cualquier caso, con Morata hemos comprobado como el afecto sólo se alcanza con el tiempo y en los detalles. Hay que recelar siempre de los recién llegados que, en cuanto alcanzan la madrugada y dos copas de más, se cuelgan de tu cuello para declararte con voz pastosa cuanto te necesitan o lo mucho que te quieren. Y más todavía de los futbolistas que precisan de micrófonos y gestos teatrales para explicar sus sentimientos hacia su club. Esa es la gente que en los naufragios, mientras otros pelean y se resisten a la derrota, siempre son los primeros en subirse a los salvavidas y en dejar sin hueco los botes.

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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