Humanizar

Las Cajas de Ritmo tuvieron su aparición en los años 80 y supusieron toda una revolución en la música. Entonces era muy fácil distinguir su sonido del de una batería real pero su evolución tecnológica ha sido tan espectacular que hoy en día ya no es tan sencillo. Ahora utilizan sonidos reales y gracias a su sofisticada programación pueden reproducir exactamente cualquier partitura. El desempeño del hombre y de la máquina son en teoría equivalentes y no deberían poder distinguirse pero la realidad es que cualquier oído medianamente entrenado lo hace. ¿Por qué? Pues porque la realidad no es nunca una partitura. ¿Qué distingue la maquina del ser humano o la realidad de una partitura perfecta? Muy sencillo. Los errores.

El mundo del fútbol, deporte practicado por humanos para disfrute de humanos, se ha transformado en las últimas décadas (para desgracia de éstos mismos pero para regocijo de millonarios) en una máquina perfecta de hacer dinero. Una máquina de producción que responde como tal y que vende un único producto. El fútbol ya no ofrece competición, ni empatía, ni identidad, ni tan siquiera juego. El fútbol ahora vende fantasía. Realidad virtual. Una especie de parque temático globalizado en el que te compras la camiseta del Madrid/Barça por 100€ y eres el mejor de la galaxia. El que lo gana todo. El más elegante. La más guapa. El más alto. El que más puede. La que más gasta. El que mira a todos por encima. La mejor. El mejor. En ese contexto no hay espacio para el error. Si falla el mejor es que no lo es.

En Maravillalandia los errores se justifican, se esconden, se limpian o simplemente se ignoran para que se pudran. No existen. No pueden existir. Los errores nunca pueden ser involuntarios o fortuitos porque las máquinas nunca se equivocan. El que comete un error lo hace por incuria y merece ser laminado. Inmediatamente. De forma humillante y evangelizadora a ser posible. El Mejor no puede dejar de serlo nunca. He comprado mi camiseta y ese detritus infecto que como cascada de alpiste batido cae a diario desde todas las fuentes de información. Ahí dice que soy el mejor. ¿Es mentira? ¿Cómo puede ser? He pagado mi entrada. ¡Exijo mi derecho a ser el mejor! Tengo que ser el mejor porque eso es lo que estoy comprando.

El fútbol, como máquina, no puede equivocarse. No sé pueden dejar millones de euros de beneficio en manos de un estúpido sorteo ni se puede permitir que un argentino iluminado, que cree ingenuamente en conceptos caducos como el trabajo o el honor, esté a punto de tirar todo por tierra por aferrarse a su tozudez. ¿Qué hacemos entonces con todos los clientes que han pagado su camiseta y compran toda esa mierda que vendemos? Hay que cerrar los goznes, pulir las estrías, cerrar las entradas de aire fresco. El monstruo de un solo tronco y dos cabezas es suficientemente sólido pero su guardia parásita de fontaneros mediáticos no dejará además que las arrugas duren mucho. El parque temático está bien engrasado. El único foco de inestabilidad está en esas galeras infectas. Esa cloaca en la que viven los sparrings fungibles y despreciables que la máquina necesita para comer mientras actúan de dóciles némesis azucaradas.

En esas cloacas hay sin embargo vida. Yo vivo allí y soy feliz. No añoro el olor a palomitas ni los fuegos artificiales. Disfruto más con la cabeza despejada, sintiendo las agujetas y sin usar estupefacientes. Lucho porque me dejen vivir así y por eso no alcanzo a comprender como en un alarde de estupidez sin precedentes algunos a mi alrededor pretenden adoptar los modos del monstruo que nos está devorando. Asimilar error con negligencia. Derrota con fracaso. Victoria con objetivo. Igual que ellos.

No. Levantar la cabeza. Negligencia es otra cosa. Los errores se perdonan cuando asumes que todos los humanos cometemos errores. Las derrotas duelen pero se pasan con dignidad y orgullo cuando asumes que estamos unidos en esto. Las victorias no se acumulan sino que se disfrutan porque no hay objetivos sino sueños. Ilusión. Porque la respuesta suele estar en el camino más que en la meta.

Las cajas de ritmos modernas tienen una función para que su sonido se parezca a las baterías de verdad. Se llama “humanizar” y consiste en introducir pequeños errores aleatorios, casi imperceptibles. Yo soy del Atleti porque me gusta ser humano. Saber que puedo ganar y perder. Saber que soy imperfecto y vulnerable. Saber que todo es muy difícil y que siempre puedo cagarla en el último momento. Saber que la vida es así. Ser humano es ser así y no tengo ningún problema con ello. Ser del Atleti (y de muchos otros equipos) es amar la vida tal y como es. ¿No te gusta? Tienes drogas y acceso libre a Maravillaland (por un módico precio). Es fácil. Cómprate una camiseta, esnifa prensa, come radio… Enseguida serás el mejor. Eso sí, si te quedas respeta las reglas. Asume lo que eres. Aquí el perro no es de cartón ni regala chuches. Aquí el perro muerde.

Autor: Ennio Sotanaz

Humano, zurdo, confundido, bocazas, incrédulo, aturdido,...

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