Dos símbolos

Dos símbolos. Sentado uno frente al otro. Dicen las crónicas que había un testigo, pero su presencia, presidida por ese torvo apéndice nasal, siempre está de más. Aquí también sobraba. Los dos se miran a los ojos. Se dicen lo que tienen que decirse, conscientes de que en la iconografía atlética son mucho más que dos hombres que conversan. Hablan directamente, huyendo de los manoseados lugares comunes. Prescinden de excusas y de convenciones. En momentos así no hacen falta. Afean la estampa, incluso. Son dos hombres nada más: Diego Pablo y Fernando. Fernando y Diego Pablo.

Compartieron vestuario siendo jugadores. Uno volvía del largo viaje de su carrera como futbolista y el otro echaba a volar con todo el futuro por delante. Uno estuvo presente en aquel triunfo que se marcó en nuestras almas, cuando nos hicimos mayores borrachos de doblete y el otro heredó un equipo en derribo. El Niño pecoso intentó tapar las innumerables vías de agua de una nave que naufragaba y se convirtió para todos en el único bote salvavidas al que agarrarnos para no ahogarnos en mediocridad. Años después, el destino y sus voluntades les volvieron a juntar. Ésta vez como entrenador y pupilo.

El nuevo encuentro les retrata a uno consagrado en su papel de apóstol del colchonerismo y al otro como al nunca olvidado hijo pródigo que retorna. El técnico que nos devolvió a esos lugares que habíamos dejado de frecuentar y el delantero que cada vez que celebraba uno de los innumerables títulos encontraba una excusa para acordarse de los que son sus colores. El jugador que lo había ganado todo volvía para ponerse a las órdenes del entrenador con el que volvimos a aspirar a ganar todo. El destino a veces se pone caprichoso.

Dos símbolos. Se sentaron el uno frente al otro y hablaron. Se desnudaron con palabras y ambos reconocieron en el otro interlocutor los mismos tonos en rojo y blanco. Apostaría sin temor a equivocarme a que los dos dejaron a un lado sus intereses más personales para pensar en el bien común. Seguramente se dijeron alguna que otra frase bien afilada. Probablemente hubo momentos de dolor. Es lo que tiene cuando uno se sienta a hablar con alguien mirándole a los ojos. Desde que se conoció la existencia de esa charla entre ellos, andan los medios y las redes pergeñando y figurando. Imaginando lo que fue. Los hay que reclaman conocer en profundidad el contenido de esa conversación. Les confieso que yo no quiero saberlo. Deseo que esas palabras queden siempre entre ellos. Son dos hombres nada más: Diego Pablo y Fernando. Fernando y Diego Pablo.

Autor: Emilio Muñoz

Atlético, luego indio y por último colchonero.

Comparte este contenido en
468 ad

2 Comentarios

  1. No hace falta saber el contenido de esa conversación. Que sea para bien, y que entiendan los dos, que hoy por hoy, el atlético no sería lo mismo sin ellos.

    Escribe una respuesta

Envia un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies