Podría ser de otra manera

Podría ser de otra manera, todos los años cuando se juega esta eliminatoria absurda algunos nos empeñamos en convertir la crónica en una plegaria hacia los mandamases, tal vez porque no hay otra cosa que contar en una eliminatoria que enfrenta a un equipo de Tercera con uno de Champions con todos los condicionantes a favor del poderoso. Podría ser de otra manera, si los que mandan aquí tratasen de proteger la competición y por ende al aficionado, si ayudasen al que está de base desfavorecido y tratasen de cultivar esa maravillosa ilusión que nos proporciona a veces el fútbol y que nos hace creer que todo es posible en la vida. Sería tan sencillo como apostar todas las monedas a un partido, hacer que el equipo que visita los vestuarios fríos de loza, acaso sin agua caliente, lo haga no con el gesto de la incomodidad, del hastío, de la complacencia, porque sabe que tiene todavía la reválida del lujo, la suya, que nada de lo que ocurra en aquel campo que lo retrotrae a sus inicios tiene validez alguna. Sólo con eso, la Copa se convertiría de nuevo en una fábrica de emociones, en un espectáculo único, en un motivo para amar al fútbol también entre semana. La Copa sería el sueño incontrolado del pequeño y el respeto máximo del grande, sería un buen espejo para mirarnos todos, cada uno en una dirección y saber de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.

Podría ser de otra manera si alguien amase de verdad este deporte pero aquí sólo parece interesar el dinero rápido y fácil y eso sólo lo trae la connivencia con el poderoso, la alfombra roja para aquellos que ya todo lo tienen. Como consecuencia resultan unas eliminatorias estúpidas que no son sino entrenamientos con público para el grande, la recolección de la limosna del pequeño. Esa es la Copa ridícula que arranca cada año sin interés, sin la menor emoción, sin la que el fútbol no es nada. El Atleti llegó al campo del Tercera y todos nos afanamos en tratar de ver si Gelson y Vitolo tienen intención de subirse al carro y pareció que sí, sobre todo el primero, que lo intentó de todas las maneras posibles, hasta que en el treinta y tres consiguió el único gol del partido tras un pase filtrado al interior del área del grancanario. El Atleti mostró su abrumadora superioridad a pesar de que hubo rotaciones, debutó el chaval Montero en el centro de la defensa junto a Savic, Juanfran estuvo en el lateral izquierdo, Thomas y Rodri en el centro y Kalinic muy solo y deprimido en la punta de ataque.

En la segunda mitad, con el marcador a favor, los de Simeone relajaron su intensidad y el partido fue un auténtico sopor, una sesión inútil bajo la lluvia sufrida por abnegados aficionados que pagaron cuantiosas entradas por el mero hecho de la inercia que provoca esta pasión infinita, pagar un gran precio por la nada, por ver el peso de una camiseta histórica que también es robada y sustituida por otra irreconocible en una lacerante paradoja del negocio. Al final todo queda en el imaginario, todo excepto el dinero, que deriva siempre a los mismos bolsillos.

Pudo empatar el Sant Andreu, que compitió con dignidad y fue a más en la segunda mitad. Adán y el palo sostuvieron el pírrico resultado del Atleti, que borró esta fecha incómoda del calendario, salió del barrio histórico del equipo de Tercera y volvió a sus días de lujo y rosas. Podría ser de otra manera pero no lo será mientras alguien que ame el fútbol no sea capaz de actuar. Y así seguiremos, año tras año, tratando de convertir la crónica de algo que no existe en un lamento desesperado por si sirviera de algo, por si a alguien le removiera la conciencia y decidiese que esto de verdad sea como a todos nos gustaría.

 

Foto: atleticodemadrid.es

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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