Escrito Por José Luis Pineda on Oct 30, 2019 | 2 Comentarios

Llega la acumulación de partidos y Simeone decidió rotar en Vitoria. No había muchas más opciones en defensa, obligados por las bajas; con el cambio de Arias para dar refresco a Trippier, es la misma que se va consolidando en las ausencias de Savic y Giménez y no tuvo mal tono. El problema vino arriba, o en el medio, la zona de creación fue un desierto inacabable en el que nadie fue capaz de enlazar tres toques seguidos. Llorente y Herrera demostraron por qué juegan tan poco, Lemar y Saúl, también poco acertados, fueron la antesala de una delantera oscura: Correa y Costa, que parecieron no estar jugando el partido.

Incluso pudo ser peor, pues Llorente se salvó de una expulsión que hubiese sido segura en los primeros compases de la temporada. El Alavés planteó un partido áspero, durísimo, con sus jugadores no concediendo tiempo ni distancia, asfixiando el medio campo, despreocupados de atacar, lanzando pelotazos para buscar segunda jugada, entendiendo y ejecutando a la perfección cuáles eran sus armas para derrotar al gigante. Pero el gigante tenía pies de barro, tiró toda la primera parte, cuarenta y cinco minutos infames en los que cuesta justificar cómo un equipo de este nivel no es capaz de engarzar siquiera una jugada de ataque, como sus delanteros permanecen ajenos al partido, no ya sin tirar a portería, casi sin tocar la pelota.

Tras el descanso entro Thomas por el apercibido Llorente y el partido cambió de signo. Los de Simeone empezaron a tener la pelota, el ghanés empezó a asociarse por dentro con Lemar y Saúl, que parecieron otros, también con Herrera, los laterales empezaron a subir con criterio y el Atleti se hizo el amo del partido. Lodi pudo abrir el marcador con un pase de Herrera de exterior desde la frontal pero su remate se marchó desviado. La mejoría de Simeone fue incrementada con la presencia de Morata y Koke en el campo, que entraron en sustitución de Herrera y de un irreconocible Diego Costa. En el setenta, en una jugada por el centro, una pared simple de las de toda la vida, que inició el delantero madrileño bajando una pelota con el pecho y finalizó dentro del área tras la devolución de Correa, mano a mano con Pachecho, batiéndolo por bajo. El Atleti había conseguido su ansiado uno a cero y parecía que el Alavés desfallecería.

Justo en la siguiente jugada, Morata se volvió a encontrar a solas con Pacheco. Casi sin tiempo para celebrar el gol estaba en las puertas de otro pero esta vez el nueve del Atlético erró; el portero del Alavés se hizo enorme y detuvo el disparo fuerte y cruzado de Morata primero y después el rechace embarullado de Correa. Ahí estuvo la sentencia y los tres puntos del partido, pero el Atleti los dejó pasar y en el ochenta y dos, en una jugada de rabia, de puro empuje, de no rendirse cuando ya estás medio batido, Lucas Pérez enganchó un zurdazo desde fuera del área que se coló por toda la escuadra de Oblak. El gol del empate acabó con el partido, ningún equipo tuvo ya aliento ni opciones de volver a mover el marcador y el Atleti regresa con ese sabor tan agrio que dejan los partidos cuando crees que los tienes ganados.