El Atleti le ganó al Celta con un resultado que esconde mucho más de lo que enseña porque el partido estuvo en el alambre bastante más tiempo del que un tres a cero puede hacer imaginar. Lo ganó porque supo imponer la contundencia en los momentos precisos del partido. El Atleti tuvo el don de la oportunidad, pero la historia bien podría haberse contado de una manera bien distinta.
Sacó del once Simeone a Thomas y Filipe, para ir dosificando los esfuerzos del jueves a domingo, y de ahí resultó un Atleti más atascado en la creación ofensiva. Salió con ímpetu pero los ataques se volvieron previsibles, porque en el medio el juego discurría con más espesura y el carril izquierdo parecía una vía muerta en el flanco de ataque. Así, todos los movimientos terminaban en Vrsaljko que no tenía su día en lo que a precisión en los centros se refiere. Empujaba Costa como es habitual y eso arrastra siempre una liberación que ahora ocupa Griezmann con una exquisitez maravillosa, también Koke trataba de hacer fluir el juego pero todo moría en los centros mal colocados del croata.
Sin opciones claras de gol para el Atleti, pasado los veinte minutos iniciales, el Celta empezó a encontrar el balón y a generar a través de él la confianza que necesitaba. Fruto de este desperezo, surgió la mejor ocasión hasta el momento: un remate de Sergi Gómez casi a bocajarro que terminó golpeando en Godín para marcharse a córner. Aquel disparo hizo temblar las piernas del Atlético que sufrió en los diez minutos siguientes el dominio de un Celta que invirtió su papel en el partido. En el cuarenta, un colosal error de Godín dentro de su área provocó la segunda mejor ocasión para el Celta, Aspas, que intentó buscar la escuadra de Oblak, mandó el balón arriba. Parecía demasiado perdonar.
Y así fue, porque en la siguiente jugada, al borde ya del descanso, Griezmann agarró el rechace de un córner en el pico del área pequeña y cuando todo el mundo esperaba el remate precipitado, él pisó el balón con la izquierda, hizo al defensa pasar y acomodó el balón con la diestra en la escuadra. Destocó su chistera y recibió el abrazo de su gente, que sabía que ese gol abría el camino hacia un triunfo que se había puesto complicado.
Vitolo haciendo el segundo gol frente al Celta. Foto: RUBÉN DE LA FUENTE
En la segunda mitad hubo otra jugada clave, en el cincuenta y cuatro, Radoja tuvo el empate en un remate dentro del área que se fue al palo de Oblak, una estatua observadora. El Metropolitano enmudeció y el Atleti aprovechó el silencio para ajusticiar al Celta. Demasiado perdón para un enemigo así. De nuevo Griezmann se descubrió la chistera y esta vez sacó un pase al interior del área para que Vitolo, titular, se estrenase como goleador en la Liga. Dos a cero y partido casi terminado.
Simeone movió el banquillo y dio entrada a Correa, que anotó el tercero en otra jugada que fue un conglomerado de su precipitación, falta de remate e insistencia. Ésta vez acabó en gol. Pero ni Gameiro ni Torres, que entró a falta de diez minutos, aportaron nada al equipo. Situación preocupante que ya se repite. El partido estaba a favor de obra, con un resultado inalcanzable para el rival, que claudicó del todo retirando a Aspas, su mejor hombre, pero los recambios del Atleti no supieron hacer que los minutos que restaban sostuviesen el más mínimo interés.
Tres puntos que mantienen la diferencia, con el de arriba y con los de abajo y que permiten al equipo centrar su atención de nuevo en el siguiente objetivo: Europa.
Fotos: RUBÉN DE LA FUENTE
